En la provincia de Chaco día a día un ejército de topadoras trabaja derribando los montes que luego serán quemados para convertirse en una extensa pradera de soja transgénica, donde los agroquímicos de las multinacionales Cargil y Monsanto matan toda otra forma de vida y contaminan los pueblos rurales. Una pradera donde no se escuchan voces ni cantos. Solo se escucha el viento.
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