Sobre la TV - textos para el debate
     
   
TV Comunitaria, por Alfonso Gumucio Dagron    
Señal 3 La Victoria, Televisión popular, por Arnaldo Pérez Guerra    
Catia TVe, No vea televisión, hágala, por Franklin Falconi    
Fuera de la ley, por Grupo Alavío    
     
   

Re-emergen las televisiones alternativas y comunitarias en Argentina

Utopías en el aire

Por María Cecilia Fernández

Las otras televisiones narran las historias de aquellos colectivos de personas que en Argentina se lanzaron a la aventura de construir canales de baja potencia promediando los años 80. Criminalizadas y estigmatizadas por ser experiencias “ilegales”, “piratas” y “clandestinas”, las televisiones alternativas, ejercitaron una práctica comunicacional que cuestionó la privatización del espectro radioeléctrico y el modelo unidireccional de la televisión de masa -comercial y estatal. Hoy, luego del agotamiento de aquel fenómeno y bajo un contexto socio-político distinto, pero igual en materia de política comunicacional, surgen proyectos comunitarios e itinerantes de televisión que desafían, una vez más, el poder de crear canales autogestionados por colectivos sociales que apuestan al uso alternativo de los medios técnicos para poner al aire sus propias imágenes audiovisuales. La utopía del canal 4 que transmitió durante siete años en la Ciudad de Buenos Aires, se reactualiza con las experiencias de la TV Piquetera, La Comunitaria Tv de Claypole y TV Libre de La Matanza. 

 

Imágenes de baja potencia

Hacia fines de los años ‘80 proliferaron por todo el territorio nacional unas 3000 emisoras radiales y se crearon en Buenos Aires los primeros canales de televisión de baja potencia. Canal 4 de Alejandro Korn, Guernica, Avellaneda y Canal 5 de Lanús, Moreno, Tigre, Ciudadela, Morón, Adrogué, Villa Lugano y Castelar compartían un transmisor casero de 4 vatios y ejercitaban el derecho al uso de frecuencias en la banda VHF (del canal 2 al 13) que, sin autorización, ampliaban y democratizaban desde abajo el poder de la emisión. La mayoría de estas experiencias fueron criminalizadas por parte del COMFER y la Comisión Nacional de Comunicaciones (CNC), sufriendo persecuciones, decomisos y allanamientos al no obtener jamás las licencias que dichos entes exigían -y a la vez nunca otorgaron- además, de la discriminación legal actual -vigencia de la ley de radiodifusión 22.285 promulgada en la última dictadura militar- que niega la posibilidad de crear medios cooperativos y/o sociales, sin fines comerciales.
El fenómeno televisivo de baja potencia surgió con la vuelta a la democracia siendo parte de un proceso de transformación político-social en la sociedad argentina. El imaginario colectivo reclamaba el uso de los medios para la creación de otro tipo de comunicación: participativa y democrática. En la investigación reciente, Una historia de espectros..., Natalia Vinelli, recoge las trayectorias de dichas experiencias y sus condiciones de producción ligadas  “...por un lado, al reclamo social de democratización de las comunicaciones y la voluntad de construcción de nuevos espacios de participación; y por el otro, al largo proceso de centralización del poder de emisión originado en las políticas de los sucesivos gobiernos democráticos...” ; también cabe destacar el bajo costo de algunos equipos que posibilitó el uso de medios personales, por ejemplo el caso de la videocámara analógica, hoy digital.
Por lo tanto, la historia de las otras televisiones se remonta a la experimentación que hace un grupo de radialistas de las tecnologías audiovisuales, a lo largo de tres años, para la autoconstrucción de un transmisor de bajo costo: “Fue casi como una cuestión especulativa: si podemos armar un transmisor de radio, ¿por qué no vamos a poder armar un transmisor de televisión?”, cuenta Ricardo Leguizamón, uno de los técnicos-vecinos que fundaron en 1987 la primera televisión comunitaria, Canal 4 de Alejandro Korn.
La experiencia viral se expandió a otras ciudades del interior del país, alcanzando su punto máximo hacia 1992 dando vida a 250 canales nucleados en la Asociación Argentina de Teledifusoras Comunitarias (AATECO). La estrategia del movimiento era no sólo la creación de una nueva ley de radiodifusión, sino el reclamo legítimo de licencias -por servicio complementario- y la exigencia de la libertad de expresión que emanaban del artículo 14 de la Constitución Nacional y de los pactos internacionales firmados por la Argentina: la Convención Americana de DDHH y el Convenio de Nairobi.
El movimiento era muy heterogéneo, lo constituían desde emprendimientos comerciales hasta proyectos políticos clientelares, pasando por experiencias sociales de autoorganización vecinal con metas en lo comunitario y/o en el uso experimental del soporte. Claramente, dichos proyectos televisivos representaban diferentes tradiciones y tendencias políticas, situación que terminó, de una parte, en procesos de institucionalización, cooptación por parte del aparato político tradicional y comercialización  y de otra parte, en proyectos políticos autónomos donde el eje estaba puesto en el rol social y comunitario que asumía la televisión alternativa o comunitaria para vecinos/as del barrio.

Canal 4 Utopía en el aire

 

El canal 4 Utopía de Capital Federal fue una de las experiencias más representativas de la tendencia comunitaria del fenómeno de las televisiones de baja potencia. El proyecto se mantuvo al aire durante siete años entre 1992 y 1999, pasando por varias sedes de transmisión, infinidad de persecuciones, 14 allanamientos con decomisos de equipos y un constante reflujo de vecinos/as y colectivos de personas que participaron diariamente en la producción y emisión de cada salida al aire, desafiando permanentemente a los entes reguladores, pero contando con un apoyo barrial que legitimó la experiencia como propia.
En el origen de este proyecto televisivo estaba la experiencia en el Brasil vivida por uno de sus integrantes fundadores, Fabián Moyano. Tv Viva fue una televisión itinerante que mediante talleres de alfabetización audiovisual enseñaban, a las comunidades indígenas, a filmar, editar y producir documentales, luego proyectados en las plazas públicas de cada población.
Inspirado en aquella experiencia y con el deseo de continuarla, Fabián, junto a un grupo de amigos, hizo una primer experiencia en Fuerte Apache y luego dio vida al Canal 4 de Ciudadela en 1988. Después de ejercitar un canal ambulante, el grupo se asienta definitivamente en el barrio de Caballito consolidando Canal 4 Utopía. El área de cobertura cubría Parque Chacabuco, Mataderos, Liniers, Devoto –incluyendo como televidentes participantes a los presidiarios de la cárcel- y parte de la zona oeste del conurbano bonaerense de La Matanza y Morón.
Lo comunitario de Utopía residió en un tipo de organización abierta y participativa al barrio donde la toma de decisiones, el uso de los aparatos y las temáticas abordadas en la programación intentaban diluir la relación –históricamente asimétricas- entre productor y receptor de la comunicación. El sujeto de la comunicación ya no consumía el espectáculo hecho mercancía, sino que era parte del juego suntuoso y festivo entre producción, gestión y disfrute de la programación. Y si bien siempre hubo un grupo de gestión, las asambleas y las llamadas telefónicas –sin censura- constituían las herramientas más democráticas de acceso a la participación en el canal. El contenido de la programación reflejaba y se identificaba con los gustos estéticos y temáticos de quienes hacían y participan en el canal. El noticiero era “lo primordial”, porque mostraba lo que estaba pasando; Línea erótica era un ciclo de cine elegido por los presidiarios de la cárcel de Devoto – vía votación telefónica; Kaos era un programa de música y “respondía a todos los pedidos de la gente”,  e invita a bandas independientes para hacerse conocer y  sometía a votación del televidente los videos clips; Mameluco, conducido por dos maestras jardineras, le daba el espacio a los más chiquitos, quienes participaban del programa en vivo y de la elección de películas y dibujos animados, “haciendo un programa para chicos y no para tontos”; El Instinto Verde, cine de terror, conducido por un joven de 14 años; Shock era un ciclo de trailers que “empezaba con un poquito de sangre como para incentivar al público”.32 En general la programación quedaba librada al placer de quienes hacían y miraban Canal 4 Utopía.
El final de Utopía llegó en 1999 cuando luego del fallecimiento de uno de sus participantes –quien tenía el saber técnico- y frente a un proceso de agotamiento del proyecto colectivo, la CNC secuestró el último transmisor de Utopía, no pudiendo volver jamás al aire.

 

Piquete en el aire

Tras veinte años de experiencia acumulada en canales de baja potencia, vuelven a resurgir proyectos de televisión que, ahora, insertados en organizaciones y colectivos sociales se reapropian de los medios técnicos y del lenguaje audiovisual para intentar explorar la creación de otra televisión.
En este recorrido avanza la experiencia itinerante de la Tv Piquetera que, desde el año 2002, y mediante un piquete-sabotaje en el aire acompaña a diversas organizaciones en la recuperación de frecuencias del espectro radioeléctrico para transmitir sus experiencias comunitarias a los/as vecinos/as del barrio. El apoyo técnico de la Tv Piquetera tiene un claro objetivo político: promover, incentivar y desarrollar canales barriales de baja potencia en torno a proyectos sociales de carácter comunitario.
Uno de sus integrantes es Ricardo Leguizamón quien fue pionero y lideró con  AATECO la lucha por la legalidad y legitimidad del funcionamiento de los canales de baja potencia. En la actualidad, la Tv Piquetera  colabora con una televisión vecinal en San Vicente,  Provincia de Buenos Aires y con las transmisiones ambulantes que realiza Abajo la Tv! por los barrios populares fronterizos de la Ciudad de Buenos Aires. “Esta propuesta está dirigida a todos los compañeros de las asambleas, trabajadores desocupados, centros culturales, empresas recuperadas, comedores, cooperadoras, escuelas y todas las otras formas de trabajo social organizados que hayan comprendido que no se puede cambiar este sistema, ni construir poder popular sin contar con medios que estén en nuestras manos en forma directa y sin intermediación de ningún radiodifusor,” expresa Leguizamón, brindando el uso de los aparatos técnicos de la Tv Piquetera –transmisor, cable coaxil, antena, monitor, cámaras de video, micrófonos y video casetera – para la coproducciones de una serie de transmisiones en conjunto con las organizaciones y luego que éstas se lancen a instalar autónomamente sus propios canales comunitarios.

La Comunitaria Tv de Claypole

 

En los inicios del 2003, en el barrio Don Orione de Claypole tres organizaciones sociales – el Galpón Cultural, el MTD de Claypole y vecinos autoconvocados 20 de diciembre- se lanzaron a la aventura de crear un canal comunitario. “Tenemos pensado hacer un canal de la comunidad con señal de aire para que después sea tomado por los vecinos organizados y no organizados” nos cuenta Rodolfo, uno de los integrantes del proyecto. Desde el colectivo periodístico Abriendo Caminos dichas organizaciones crearon un espacio de prensa en común a partir del cual articulan una política comunicacional en conjunto. Boletines informativos, programas en radios locales, emisiones especiales de radio abierta, la conformación de grupos de video y el proyecto de la televisión comunitaria son las herramientas comunicaciones a través de las cuales intentan “fortalecer los lazos solidarios entre la comunidad, mejor la comunicación entre los vecinos, y fomentar la participación popular en dichos medios”, expresan nuevamente Rodolfo.
Gracias a la propuesta y al apoyo técnico de la Tv Piquetera, la primera transmisión se realizó en una actividad cultural al aire libre el 24 de marzo del 2003 en repudio a la última dictadura militar. Luego con el apoyo del Grupo de arte callejero (GAC) trabajaron en la producción de la imagen de la televisión (logo, spots, separadores, y animaciones) y con la capacitación de Cine Insurgente y un curso en la Universidad de las Madres de Plaza de Mayo se formaron en manejo de cámara, edición y producción audiovisual. “Nuestro objetivo es montar un canal de televisión en un proceso de desarrollo y aprendizaje colectivo, con la participación de todo aquel que esté interesado en compartir el trabajo con nosotros,” acentúa Rodolfo.
En ese sentido, siguiendo con la propuesta de la Tv Piquetera acordaron la realización de 10 transmisiones –les restan 5 para este año 2005- con el objetivo de fortalecer el área de producción, y la autonomización en aparatos y recursos técnicos. Actualmente cuentan con una isla de edición, un reproductor de dvd, la cámara de un vecino, la torre y la donación de una antena y en las semanas sucesivas obtendrán un transmisor propio. La televisión al ser un proyecto estrictamente autónomo y de carácter social no tiene la intención de generar ningún tipo de negocio económico, ni tampoco depender de subsidios estatales. La forma de financiamiento, si bien aspira a la autogestión, hasta ahora lo han hecho mediante aportes individuales, ayuda solidaria, venta de dvd de las producciones audiovisuales y mucho trabajo voluntario.
Durante todo el año 2004 han realizado las primeras cinco transmisiones de dos horas cada una. El contenido de la programación ha sido variado y rico en recursos (spot, animación, documentales, publicidades gratuitas de emprendimientos vecinales, entrevistas y actividades en vivo). Cada emisión es dedicada a un derecho social básico: educación, salud, trabajo, vivienda y comunicación, de acuerdo a lo que las organizaciones sociales consideran pertinente como problemática a desarrollar en su comunidad y frente a las necesidades vecinales.
Uno de los próximos pasos de La Comunitaria Tv es poder desarrollar talleres de capacitación y formación en video y fotografía, en primera instancia, con las personas que están actualmente dentro del proyecto, para luego poder transmitir dichos conocimientos y saberes técnicos a vecinos/as de la comunidad que quieran participar del canal.

TV Libre La Matanza

 

“El Movimiento de Documentalistas y el Movimiento de Trabajadores Desocupados -MTD- La Matanza tienen la satisfacción de comunicar que este 25 de mayo de 2005, en el barrio La Juanita, se realizará el lanzamiento y prueba piloto de audio y video del Canal 21 - TVLibre Televisora Comunitaria de La Matanza.”

Este comunicado expresa, al igual que el resto de las experiencias, el deseo y la necesidad que tiene la comunidad de La Juanita en Matanza de ser sujeto activo en la producción comunicativa.
Inspirado en la experiencia de las televisiones comunitarias de Venezuela, y luego de dos años de capacitación y formación documental junto al Movimiento de Documentalistas, el MTD de La Matanza apuesta a la construcción de un canal de aire público, democrático, libre y abierto a la comunidad vecinal. "Queremos un canal de la comunidad y si la comunidad no lo toma, no habrá canal”, afirma convencido Jorge, integrante del MTD. Y si bien la idea inicial surge de la organización de trabajadores desocupados, la propuesta de un canal comunitario incluye la participación vecinal activa en la concreción de los programas. “La primera transmisión fue en circuito cerrado, pero si hay una comunidad que lo sostenga el canal va a ser abierto,” sostiene Vilma, quien forma parte del proyecto. Inicialmente la programación incluirá entrevistas y coberturas de las noticias locales, pero apuestan a una “programación abierta a todos los que quieran tener un programa,” enfatiza nuevamente Jorge.
La TVLibre La Matanza hizo su primera emisión -en circuito cerrado- el pasado 25 de mayo invitando, ese mismo día y mediante una lista abierta, a lxs vecinxs del barrio a sumarse a la producción y ejecución del futuro canal. La transmisión duró una hora, hubo documentales y un video autoproducido por el MTD, “La realidad que construimos”, que narra la historia de la cooperativa La Juanita y los proyectos productivos que desarrollaran a través del Centro de Educación para la Formación de Cultura Comunitaria (CEFFOC). 
El proyecto de la televisión comunitaria en Matanza recién comienza sus primeros pasos. Actualmente, con el apoyo del Movimiento de Documentalistas están desarrollando los talleres de capacitación para TVLibre –uso de cámara, guión y edición- con los/as vecinos/as que se fueron sumando a la propuesta el día de la emisión. Con respecto a la cuestión legal, se están asesorando para lograr un permiso oficial de emisión –situación prohibida por la actual ley de radiodifusión para proyectos cooperativos como el caso de La Juanita. En materia de equipos y aparatos y asesoramiento técnico, están buscando diferentes vías de financiamiento, mientras utilizan los recursos técnicos y humanos del Movimiento de Documentalistas, además de contar con una cámara de video propia y mucho trabajo voluntario.
El proyecto es nuevamente utópico y ambicioso, pero como afirma jorge, “la necesidad de comunicar existe y es muy grande...las radios en los barrios se llenan de programación en seguida, y es gente del barrio, entonces por qué no va haber gente para hacer una tele.” 

Más información: www.argentina.indymedia.org (sección contracultura)

Para contactarse con:
Tv Piquetera: rleguizamon53@hotmail.com
La Comunitaria Tv de Claypole: lacomunitariatv@yahoo.com.ar
TVLibre La Matanza: tvlibre@wamani.apc.org          

 

Vinelli, Natalia, "Una historia de espectros. Apuntes sobre la televisión alternativa, comunitaria o de baja potencia en Argentina". En Vinelli, Natalia y otros, Notas sobre la televisión alternativa. Experiencias de Argentina, Cuba e Italia. Buenos Aires, Ediciones del Centro Cultural de la Cooperación, Cuadernos de Trabajo, 2005.

  Ídem

3 Entrevistas a integrantes del Canal 4 Utopía realizada por Máximo Eseverri, 1997. En  Emisores de Utopía.

 

 
 
 
 

TV comunitaria            

Para entender mejor los conceptos de televisión comunitaria, es imprescindible conocer la televisión estatal o pública, y la televisión privada.
La televisión comercial ha crecido como un pulpo virtual cuyos tentáculos llegan a todos los rincones de la tierra a través de satélites y sistemas de distribución por cable. La oferta de centenares de canales de televisión que en algún momento hizo soñar con un escenario de pluralismo y acceso cultural, se reveló en realidad como un espejismo de corta duración. La televisión global no ofrece alternativas al televidente sino por el contrario, se erige en una red única y hegemónica con una visión unilateral del mundo, con contenidos uniformados e homogenizantes, 24 horas al día, incluso en idiomas locales. La televisión privada nacional, no es sino eco de las redes internacionales, ya que su programación no se diferencia de la programación de las redes de cable.
La televisión estatal o pública, que ha sobrevivido en casi todos los países a pesar de la eclosión de las redes comerciales, continúa siendo el púlpito desde el que predican los gobiernos, aunque algunos han tenido la visión suficiente como para abrir espacios a una programación cultural y pública que intenta contrarrestar con producción nacional la abundancia de enlatados de origen norteamericano. En los países industrializados la televisión pública enfrenta problemas de sobrevivencia y legitimidad, más aún en países dependientes donde el estado es demasiado débil y la cultura no figura en la lista de prioridades.
La televisión comunitaria nace como una solución propia que se dan las comunidades para responder a un vacío de comunicación que ahoga las voces locales. Ni pulpo, ni púlpito. La televisión comunitaria no pretende imponerse en gran escala, ni tampoco establecer una prédica unilateral. Recoge más bien el pálpito de la comunidad, el pulso de la vida cotidiana.
EL EFECTO DOMINÓ
Hasta la década de los setenta, en la mayor parte de Europa, África, Asia y América Latina había solamente la televisión estatal. La televisión privada, sin embargo, imperaba en Estados Unidos desde su origen, y necesitaba expandirse hacia nuevos mercados. Con el caballito de Troya de la libertad de expresión y con el argumento de que las burocracias estatales impedían el desarrollo de los medios de comunicación, las presiones para abrir las frecuencias de telecomunicación a la inversión privada derrumbaron la hegemonía estatal sobre los medios de información como una cadena de piezas de dominó.
Europa privatizó sus grandes monopolios de televisión, y permitió la creación de otros nuevos, en manos privadas. Francia liquidó TF1, Antenne 2 y FR3, y abrió las puertas para Canal Plus y otros conglomerados que hoy tienen influencia mundial. Italia, Inglaterra, Alemania, hicieron lo propio, permitiendo la eclosión de la televisión pro cable, y conservando como resguardo mínimo un porcentaje de la propiedad de los canales que antes fueron del Estado.
En América Latina la televisión privada coexistía durante varias décadas con la televisión estatal. Es más, en países como México y Brasil, había adquirido proporciones transnacionales: la Rede Globo y el imperio de Televisa, respectivamente, se proyectaron fuera de sus fronteras mucho antes de que en otros países más pequeños del continente se levantara la bandera de salida de la televisión privada. En países como Bolivia, el resquebrajamiento del monopolio estatal, más por influencia externa que otra cosa, se tradujo en la asignación de frecuencias a empresas privadas que no tenían ningún proyecto de comunicación, solamente el deseo de aprovechar una oportunidad más para especular. En muchos casos, las frecuencias adquiridas pasaron poco tiempo después a nuevas manos, luego de haber adquirido mayor valor en la medida en que el espectro de frecuencias se saturaba. Los canales de televisión privada comenzaron sin criterio comunicacional, sin estrategia de mediano o largo plazo, y sin visión nacional. Del mismo modo que las radios nuevas (y muchas que ya no lo son), llenan su programación con música, los nuevos canales de televisión privada llenaron su tiempo de antena con películas pirateadas en cassettes Beta o VHS. En 1985, los nuevos dueños de canales de televisión, sin experiencia previa de ninguna clase, veían sus adquisiciones como un flamante negocio del que esperaban réditos inmediatos. No contaban con un detalle: la televisión privada vive de la publicidad y la “torta” publicitaria era por entonces muy pequeña, no alcanzaba para 15 o 20 nuevos canales, o más bien “canaletas”.
No todos los empresarios que adquirieron frecuencias de televisión veían únicamente los objetivos comerciales. Algunos creyeron que un canal de televisión, como una radio o un periódico, era un trampolín hacia la figuración política, y en ese sentido, usaron los canales para respaldar a grupos políticos de su predilección, sobre todo en la temporada electoral. Se criticaba al Estado de utilizar el monopolio de la televisión como instrumento político, pero los canales privados hicieron lo propio.
LA CLONACIÓN DE PULPOS
Con el tiempo, las redes privadas se han sofisticado mucho, tanto en sus estrategias como en su calidad y contenidos. Tanto para competir en mejores condiciones con otros canales como para afincarse mejor como negocios, los canales privados se constituyeron en redes nacionales. Si al principio no eran sino canales con influencia local urbana, poco a poco y mediante los avances tecnológicos y la inversión, se organizaron en redes de cobertura nacional. La ampliación de la audiencia significó no solamente un mejoramiento tecnológico, sino de contenidos. Cinco o seis redes competían por un mismo mercado nacional, necesitaban ofrecer al público una programación con valor agregado. Las películas pirateadas ya no eran suficiente atractivo, además de los problemas de derechos de autor que enfrentaban. Las telenovelas brasileñas (y más tarde mexicanas y colombianas) se convirtieron en el anzuelo principal, así como la transmisión de eventos deportivos “en exclusividad” y, en menor medida, los servicios informativos. Algunos presentadores de televisión se convirtieron, al igual que en Europa o en Estados Unidos, en figuras de gran popularidad. En Bolivia, la vertiente populista tenía como máximo exponente al “Compadre” Palenque, cuyas ambiciones presidenciales no se dejaron esperar. El canal 4 de televisión y la radio Metropolitana se convirtieron en instrumentos de propaganda de CONDEPA, el grupo político que lideraba y que alcanzó un respetable cuarto lugar en las elecciones presidenciales de 1985.
De ese modo, el monopolio estatal fue sustituido por monopolios privados, empresas esencialmente comerciales pero que empezaron también a gravitar en la opinión pública en temas de política nacional. Tal como había sucedido antes con la radiodifusión, la acumulación de canales de televisión en pocas manos se dio en un proceso relativamente breve de dos o tres décadas. En Guatemala, un empresario mexicano afincado en Miami, Ángel González, es dueño de los cinco principales canales de televisión y de una red de emisoras de radio.
No vamos a abundar aquí en las características de las redes privadas de televisión. Si los canales estatales no habían podido desarrollar una programación de contenido social, educativo y cultural por falta de recursos y por la paralizante burocracia que los caracterizaba, los nuevos canales privados lo hicieron solamente durante los primeros años, cuando emplearon directores de programación y técnicos que traían la experiencia del video independiente. Esa primavera de programas creativos y con contenido local, no duró mucho. Las leyes del mercado se impusieron muy pronto, y al cabo de cinco o seis años todos los canales privados trataban de competir con telenovelas, eventos deportivos y programas de información con presentadores “vedette”. Las matrices de programación son casi idénticas en todas las redes: los espacios de información compiten entre sí en las mismas franjas horarias, al igual que las telenovelas de mayor audiencia, los espacios de fin de semana para niños y los eventos deportivos.
Todo ello en nombre de la libertad de empresa y de la libertad de expresión. Dice Mario Arrieta: “Bajo el amparo de la libertad, nuestras estaciones televisivas se propagan como el cólera. Son nacionales por la ubicación geográfica de los equipos (importados o producidos bajo patente), pero no por el contenido de sus programaciones, alienantes, repetitivas y homogeneizadas hasta el hastío. Uno puede ver los mismos programas, la publicidad de los mismos productos –incluidos noticieros internacionales y telenovelas- en los televisores de prácticamente cualquier ciudad latinoamericana” [1].
Las posibilidades de elección se vieron paradójicamente reducidas con la rápida expansión de las empresas de cable, simples repetidoras locales de las grandes cadenas globales que transmiten durante 24 horas diarias informaciones, películas, eventos deportivos, música para jóvenes, programas infantiles o religiosos. Con variantes poco significativas, las empresas de cable ofrecen paquetes de 60 a 80 canales que son pavorosamente parecidos los unos a los otros. Un ejercicio de “zapping” –cambiar rápidamente de un canal al siguiente- suele confirmar que hay muy poco que ver en semejante oferta de canales, a menos que los niveles de exigencia personal sean muy bajos. Está por demás añadir que la mayor parte de la población de nuestros países no puede permitirse el lujo de invertir 30 a 50 US$ dólares mensuales por el servicio de cable. El cable sigue siendo un privilegio de las minorías.
Aquello que sucede en el ámbito nacional no difiere de lo que sucede en el globo: un puñado de redes de cable y de productoras de series y novelas para televisión ha capturado el mercado mundial de espectadores, y los ha clavado en sus sillones frente a la pantalla luminosa. Este espectador pasivo y desprovisto de sentido crítico es lo que en inglés se denomina couch potato, algo así como un gran tubérculo, inmóvil en una poltrona, incapaz de discernir y reflexionar. Los tentáculos de esa inmensa red que multiplica los canales por un eficaz sistema de clonación, llegan hasta los lugares más insospechados. En las barriadas más pobres y aún en áreas rurales deprimidas de nuestros países, se yerguen las cruces de las antenas de televisión y a veces los platos de las antenas parabólicas que captan las señales vía satélite. No hay agua potable, pero hay televisión. La oferta de canales se incrementa con versiones adaptadas regionalmente que permiten una penetración con vaselina, casi imperceptible. Para tomar un ejemplo clásico, las cadenas de información CNN (Cable News Network) y de música MTV, han desarrollado canales en castellano, en japonés, en portugués, o en alemán para llegar con mayor facilidad a las audiencias de Europa, Asia, o América Latina. Los canales de cable se retransmiten a todo el mundo a través de una constelación de satélites que giran alrededor de la tierra. Hace pocos años se hablaba de 500 canales, pero hoy son muchos más. Solamente los canales evangélicos suman 700 canales, son un negocio formidable.
PÚLPITOS SIN CAPILLA
La arrolladora ofensiva de canales privados y canales de cable comerciales y religiosos (pero muy comerciales a la vez), todos compitiendo por la misma audiencia y la misma publicidad con una programación clonada, y repetida hasta el cansancio, ha reducido a la marginalidad el rol del Estado. La televisión pública, por comparación, parece funcionar en la clandestinidad. Generalmente tiende a ser ignorada por los espectadores debido a su pobreza técnica y de contenido, pero también es cierto que el gusto de los telespectadores ha sido malversado, corrompido por la avasalladora televisión comercial, lo mismo en el mundo industrializado que en el Tercer Mundo.
Valerio Fuenzalida, Director de Programas de la Televisión Nacional de Chile -uno de los mejores canales de TV estatal de América Latina- señala los principales problemas de la televisión pública [2]: malos manejos administrativos, inestabilidad de gestión debido a los vaivenes políticos, carencia de una estrategia de largo plazo, ausencia de un proyecto de sostenibilidad económica, incapacidad de generar su propia audiencia, falta de credibilidad por cumplir funciones de propaganda política, abierta o velada, programación incoherente, entre otros. La presión de la ola privatizadora hizo que muchas empresas públicas de televisión fueran privatizadas, aunque en la opinión de Fuenzalida, ello no hizo sino fortalecer los monopolios privados en México y Argentina, sin mejorar ni la oferta televisiva ni la calidad de la programación con contenido socialmente útil. Cuando el Estado se “borra” y rehuye sus responsabilidades frente a la educación y a la cultura, es muy difícil que se mantenga la noción de servicio público.
Algunos países han hecho esfuerzos para dotarse de una legislación que protege y preserva la televisión pública. Colombia aprobó en 1996 disposiciones que reconocen cinco categorías de empresas de televisión: privada, pública, regional, local y comunitaria, mientras el Estado conserva el control sobre la infraestructura nacional de telecomunicaciones, considerado un sector estratégico. Brasil sobresale entre los países más grandes, pues a pesar de la hegemonía de la Red Globo y otras grandes empresas privadas de televisión, los canales estatales, por lo menos en Sao Paulo y en Porto Alegre, desarrollan una importante labor educativa y formativa. No se puede decir lo mismo de la televisión pública en Venezuela y México, que agoniza frente a la competencia privada. El secreto del éxito de la televisión pública en Chile se debe, en parte, a que la televisión privada se autorizó recién el año 1989, y a que la Televisión Nacional de Chile (TVN) dejó de ser un instrumento del gobierno para convertirse en una red pública del Estado, gobernada por un ente autónomo.
Los mejores esfuerzos de televisión pública, que cumple fines educativos y culturales, sólo pueden existir en países que pueden subvencionar su existencia, y que cuentan con una política cultural y de comunicación que coloca en primer lugar las necesidades de la población en materia de desarrollo social, cultural y educativo. Aún en países ricos la vida de la televisión de servicio público pende de un hilo. El conocido canal PBS (Public Broadcasting Service) de Estados Unidos ha tenido que luchar en varias ocasiones para no quedarse sin presupuesto.
Si el argumento para oponerse a la televisión de Estado era la restricción a la libertad de expresión y la falta de acceso a medios plurales, la situación actual demuestra que la cantidad de canales que se oferta no significa en absoluto un mayor acceso o una mayor diversidad.
En algunos países se han dado intentos de utilizar el potencial de la masividad de la televisión por satélite para fortalecer los programas de educación para el desarrollo, de manera similar a como se utilizó masivamente las radio en programas de extensión y de educación [3]. El Estado ha tratado de asumir así su responsabilidad en la defensa de la cultura y en la promoción del desarrollo. Los resultados, que parecían espectaculares al principio, no han sido muy alentadores.
En la India nació SITE (Satellite Instructional Televisión Experiment) [4], uno de los proyectos más ambiciosos. Como su nombre indica, fue un experimento. Lo que no indica el nombre, es que fue además un experimento costoso y cuyos resultados no beneficiaron al desarrollo como se tenía inicialmente pensado. La iniciativa nació en 1968 de un hombre visionario, el Dr. Vikram Sarabhai, quien propuso un sistema de televisión nacional de amplia cobertura para promover el desarrollo económico y social. SITE se estableció mediante un acuerdo con la NASA, que permitió el uso de uno de sus satélites. Durante un año, de 1975 a 1976, se desarrolló este experimento destinado a mejorar la educación primaria, la agricultura, la salud y la nutrición en áreas rurales de la India. En 1982 la NASA lanzó el satélite indio INSAT 1A, pero dejó de funcionar al cabo de cinco meses. Un año más tarde se lanzó el INSAT 1B y comenzaron las transmisiones de televisión para aproximadamente 60 millones de espectadores; el gobierno distribuyó 10 mil televisores a centros comunitarios. En apenas cuatro años la empresa estatal de televisión multiplicó en 500% sus ingresos por concepto de publicidad. El proyecto se comercializó rápidamente, beneficiando a sectores urbanos y no a los más necesitados sectores rurales. Los objetivos educativos no se cumplieron porque el proyecto no se orientó para favorecer a los más pobres. El lenguaje utilizado no era apropiado y la producción extremadamente centralizada no tomaba en cuenta la diversidad cultural de cada región. Los programas eran en inglés y en hindi, aunque apenas el 3% de la población de la India entiende inglés, y sólo el 40% habla hindi. La inversión en tecnología fue enorme, pero sólo una pequeña parte se destinó a crear programas adecuados a la realidad rural y a capacitar maestros y trabajadores sociales en zonas rurales. El SITE enfrentó además limitaciones técnicas, como el hecho de que solamente un porcentaje mínimo de aldeas en la India tiene acceso a la electricidad.
Los críticos más acérrimos a este tipo de mega-proyectos gubernamentales, señalan que además de su verticalismo, de su indiferencia hacia la cultura y de su falta de articulación con las instituciones comunitarias, la televisión por satélite contribuye a la degeneración de los valores locales, a través de la publicidad que promueve el consumismo. Critican también los altos costos para el país, cuando no se destina lo suficiente para capacitar mejor a los maestros de escuelas. Finalmente, estiman que este tipo de proyectos acentúa el abismo entre ricos y pobres. Por ejemplo, los programas de agricultura en la India, solo podían interesar a una minoría de agricultores, ya que el 90% de la población rural india no posee tierras de cultivo. Los programas sobre salud y nutrición frustraban a las mujeres, que no tenían acceso ni siquiera a agua potable.
Una experiencia similar se desarrolló en Indonesia, en 1976. El gobierno lanzó el satélite PALAPA 1 con la intención de difundir programas sobre desarrollo. El proyecto sirvió para dar a conocer mejor los programas de gobierno, para mejorar ciertas prácticas económicas y productivas, y para difundir la lengua nacional –bahasa; pero por otra parte sirvió para incrementar el consumo de cigarrillos, de refrescos y de otros bienes que no eran parte de la vida cotidiana de las comunidades rurales. Esta tendencia consumista alarmó al gobierno indonesio, que en 1981 decidió suspender la publicidad televisiva.
En un intento de retomar la idea de la televisión para el desarrollo y de aprender de los errores cometidos con el proyecto SITE, el gobierno de la India inició un nuevo proyecto experimental en el Distrito de Kheda, con el objetivo de beneficiar aproximadamente 3 millones de habitantes, en mil aldeas. Los aspectos innovadores en este proyecto incluyeron una mayor capacitación de agentes de desarrollo local, producción de programas locales, descentralización de las decisiones y estructuras, participación comunitaria, utilización de lenguas regionales y una mayor colaboración con agencias de desarrollo locales y organizaciones comunitarias. Sin embargo, el propio gobierno le puso fin a la experiencia piloto en 1985, a pesar de la oposición de la población de Kheda.
Las experiencias señaladas como ejemplos, y otras en países donde el Estado ha pretendido poner los medios masivos al servicio del desarrollo, demuestran que existe una noción errada sobre el potencial; de los medios de información masivos para el desarrollo. La posición mistificadora, que afirma que basta generalizar la tecnología para que se convierta en un instrumento de desarrollo, no toma en cuenta los aspectos contextuales que determinan si un proyecto de esa naturaleza tienen un impacto positivo o no. La tecnología en sí no es ni buena ni mala, carece de sexo como los ángeles, pero su valor de uso está en relación con condicionantes políticos y económicos.
La falta de continuidad en los proyectos culturales y educativos de los gobiernos han llevado a la sociedad civil a ofrecer sus propias respuestas. En ausencia de una política del Estado en la que la comunicación masiva tenga una responsabilidad de promover el desarrollo social, económico y cultural, otras instituciones han levantado ese estandarte. Las Organizaciones No Gubernamentales (ONGs) se han comprometido fundamentalmente en proyectos de radio comunitaria, mientras las universidades hicieron el intento de poner en pie canales de televisión.
El antecedente más digno de la televisión comunitaria fue -y todavía es en algunos países- la televisión universitaria cuya vocación es eminentemente educativa y cultural. Canal 13 de la Universidad Católica de Chile (UC TV) es, junto al canal estatal, el más exitoso desde el punto de vista de audiencia y autofinanciamiento publicitario. Pero Chile es, ya sabemos, una digna excepción. En el momento en que se autorizaron los primeros canales privados de televisión en Bolivia, en 1984, ya existían ocho canales universitarios de televisión abierta, es decir, que transmitían para toda la población urbana, y no solamente en el interior del campus universitario. Modestas en sus instalaciones y equipamiento técnico, las estaciones de televisión universitaria marcaron una época de la comunicación en los países donde pudieron desarrollarse. Muchas no pudieron sobrevivir frente a la competencia privada y también porque fueron víctimas de las luchas de poder entre grupos políticos en el interior de las universidades, que pugnaban por controlar los canales.
EL PÁLPITO COMUNITARIO
¿Qué justifica la existencia de la televisión comunitaria?
Los medios de información masivos no atienden las necesidades de comunicación comunitarias. Por ello, las comunidades se dotan de sus propios medios: radio, video, prensa, teatro popular, periódico mural, entre otros.
La experiencia de la radio comunitaria debe ser la que inspire el desarrollo de la televisión comunitaria, pues no se puede negar ni olvidar medio siglo de experiencias que, particularmente en América Latina, han demostrado que la radio comunitaria es un instrumento de la identidad cultural, de la organización comunitaria y del desarrollo. Aquello que hemos destacado en otros trabajos sobre las radios comunitarias se aplica como anillo al dedo tanto a la televisión comunitaria como a las nuevas iniciativas de telecentros. En los tres casos debemos abordar los mismos temas: acceso y participación, pertinencia cultural y lengua, tecnología apropiada y apropiación local, generación de contenidos propios, convergencia y conformación de redes.
Antes de describir estos aspectos esenciales, establezcamos primero una distinción entre la televisión comunitaria y el video comunitario. La actividad de video independiente, popular y comunitario ha sido intensa durante las últimas décadas, a partir de la modernización de los equipos de grabación, y su costo cada vez menor. Los formatos Beta y VHS lanzados al mercado por las empresas SONY y JVC respectivamente, permitieron un cambio revolucionario en la manera de hacer video. Por primera vez la cámara contenía también la grabadora, ya no era necesario acarrear dos instrumentos unidos por un cable. Bastaba colocar un cassette dentro de la cámara y salir a filmar. Las cámaras se hicieron más livianas y fáciles de trasladar. Sus componentes electrónicos mejoraron, de modo que la calidad de la imagen fue perfeccionándose paulatinamente. La llegada del Video 8 y posteriormente del Hi8 en los años 80 representó un salto cualitativo enorme: un cassette aún más pequeño y una mejor calidad de imagen. Finalmente, los formatos digitales, particularmente el Mini DV de SONY, permitieron competir en calidad con los sistemas profesionales. SONY lanzó el año 2002 el sistema de Micro DV, que reduce a la mitad el cassette de Mini DV. Si comparamos el cassette Beta o VHS original, con formato digital más reciente, podemos constatar que el tamaño de los cassettes Micro DV es aproximadamente 20 veces más pequeño y mas liviano que el de beta o VHS.
Las ventajas tecnológicas, inicialmente dirigidas a la producción de videos familiares, benefició enormemente el movimiento de video independiente y popular. Los sindicatos, los grupos de mujeres y jóvenes, las comunidades indígenas y otros sectores se armaron de cámaras de video para documentar su realidad. Las experiencias se multiplicaron por doquier, tanto en los países industrializados como en los países dependientes. El activismo comunicacional que el video pudo alimentar fue enorme, en muchos ámbitos de actividad relacionados con la libertad de expresión y de organización, así como en proyectos de desarrollo. Hemos analizado un abanico de experiencias en otra parte [5], aquí nos limitaremos a recordarlas brevemente.
El video contribuyó a que mujeres analfabetas de la India, por ejemplo, se organizaran en grupos de producción de video documental para mostrar la realidad de su vida cotidiana y apoyar las reivindicaciones de su organización, SEWA. En Brasil, los indígenas Kayapo encontraron que el video era un arma idónea para luchar por su tierra, por sus tradiciones y contra los planes de destruir la selva amazónica. En Tanzania el grupo Maneno Mengi utiliza el video como un instrumento de reflexión, un espejo que permite a las comunidades de pescadores o campesinos analizar sus problemas y buscar soluciones a través del diálogo. Las aldeas zapatistas en el sur de México utilizan también el video como medio de comunicación entre las comunidades indígenas, y ofrecen testimonio de la represión y de sus avances organizativos. Los Tigres Tamil, combatientes de la guerrilla en Sri Lanka, han capacitado a 350 jóvenes en el manejo de cámaras de video, para que documenten los ataques del ejército en contra de la población civil; varios han muerto al realizar ese trabajo. En Guatemala, en el marco de un proyecto de la UNESCO, mujeres mayas utilizan el video para documentar aspectos de la filosofía educativa y la didáctica maya y su aplicación en escuelas experimentales. En Chile, durante la dictadura de Pinochet, activistas políticos utilizaron el video para elaborar noticieros alternativos que circulaban clandestinamente en sindicatos e iglesias de base. Podríamos seguir mencionado muchos otros ejemplos.
Algunas de las experiencias de video alternativo y participativo llevan el nombre de “televisión” cuando en realidad no lo son. En Brasil hay por lo menos tres importantes: la TV de los Trabajadores, TV Viva en la ciudad de Recife, o TV Maxambomba en Río de Janeiro, que han adoptado en su nombre la palabra “televisión” cuando en realidad son grupos independientes de video que producen y exhiben sus obras en lugares públicos. Quizás han incluido en su nombre “televisión” para significar que una parte muy importante de su trabajo es la difusión de los videos, como una alternativa al gigantesco monopolio de la televisión brasileña, TV Globo. En un contexto bastante diferente, la Televisión Serrana de Cuba, es también un grupo de video que produce y difunde sus documentales y video-cartas en una zona rural olvidada por los medios de comunicación estatales.
Cualquiera que sea el nombre, la vitalidad del movimiento independiente de video, particularmente en América Latina, es enorme. La fortaleza del video independiente está en el proceso participativo, y no solamente en los productos. Es la suma de iniciativas de producción, de difusión y de debate lo que importa. El video no es una golondrina en la primavera, sino un proceso de migración masiva del testimonio y la memoria, a manos de los actores colectivos. Una buena parte de la historia no-oficial de los pueblos de América Latina ha sido documentada en video, aunque haya sido negada y escamoteada por la televisión comercial u oficial. La identidad latinoamericana está siendo preservada a través del video, y a veces recreada, como sucedió con los indígenas Nambikwara de Brasil, quienes recuperaron algunas prácticas tradicionales, ya olvidadas, gracias al video [6]. En Guatemala, el grupo de video Comunicarte grabó en video durante más de diez años imágenes del movimiento popular, así como el descubrimiento de fosas comunes clandestinas donde fueron sepultadas miles de víctimas de la política de “tierra arrasada” del ejército.
El video independiente no es ni el pariente pobre del cine, ni un renacuajo cuya forma definitiva se verá con los años. El video independiente es un movimiento amplio, de carácter libertario, que no obedece a una dirección única pero se desarrolla en la dirección de la justicia social, la memoria colectiva y la organización comunitaria. No es solamente un fenómeno de producción que desafía los modos convencionales de hacer cine y televisión, sino también una propuesta alternativa de difusión, en plazas públicas y espacios colectivos. La difusión del video independiente es discrecional, se dirige a una audiencia específica, y no a un público desconocido.
Del video alternativo y participativo, a la televisión comunitaria, hay un trecho que trataremos de definir a continuación. Lo lógico sería que el video independiente nutra los contenidos de la televisión comunitaria, y que el espíritu de independencia, pertinencia cultural y compromiso social se mantenga. Sin embargo, no podemos pasar por alto los aspectos de contexto que pueden ser los que en última instancia definan las características de la televisión comunitaria. Para hacer video independiente se necesitan cámaras ligeras, equipos de edición que hoy son muy baratos, y entusiasmo. Para hacer televisión comunitaria se requiere de una infraestructura de producción y transmisión que impone nuevas reglas del juego.
Un grupo de video independiente puede hacer su trabajo con una pequeña cámara digital y una computadora portátil para la edición. Su extraordinario soplo de libertad se debe a esa posibilidad de ser extremadamente móvil y ágil, pero también a la ventaja de no responder a un horario, a un calendario, a una estructura administrativa que impone tiempos, ritmos y contenidos.
Cuando hablamos de televisión comunitaria, las reglas del juego son otras. Se requiere producir un mínimo de horas diarias o semanales, y estar en al aire todos los días durante un tiempo definido. Hay varios aspectos que son nuevos:

  • Más y mejores equipos de producción, capaces de soportar el uso diario e intenso.
  • Más personal técnico especializado, incluyendo el personal administrativo.
  • Vinculación orgánica con las organizaciones comunitarias, con los dirigentes locales, y con otros factores de poder local.
  • Planes anuales, metas de producción y difusión, etc.

Televisión Comunitaria
Ni pulpo, ni púlpito: pálpito

 

La televisión comunitaria, al igual que la radio comunitaria, debe tomar en cuenta estas cinco condiciones insoslayables, condiciones indispensables para su integración en el marco comunitario:
1. Participación comunitaria
Ninguna televisión comunitaria puede ser impuesta sobre la comunidad, sino que debe ser el resultado de una necesidad sentida. Más aún, la comunidad –a través de sus líderes democráticos- debe ser partícipe en todo el proceso de gestación, instalación y gestión de la televisión comunitaria. Sólo un proceso genuino de participación a través del cual la comunidad se apropia del instrumento de comunicación, puede garantizar la sostenibilidad y permanencia en el tiempo. Precisamente uno de los aspectos que distingue, en lo íntimo, en lo organizativo y en lo social, a la televisión comunitaria de la televisión comercial, es esa capacidad de integrar a la comunidad, de convertirse en portavoz de las expresiones democráticas de la comunidad, en busca de cambios sociales y el mejoramiento de las condiciones de vida. Sin esta condición, no puede hablarse de televisión comunitaria. Todo ello con el objetivo de generar “una cultura del protagonismo social para el desarrollo y para la superación de la pobreza, en lugar de una TV al servicio del protagonismo de los líderes políticos y sociales [7]”.

2. Contenidos locales

La diferencia más visible entre la televisión comercial y la televisión comunitaria, son los contenidos locales. Una televisión comunitaria que no produce suficientes programas con contenidos locales, no representa ninguna ventaja sobre la televisión comercial. Si una televisión comunitaria llena sus horas de programación con películas o música ajena o deportes internacionales no cumple una función educativa y formativa en la comunidad. La función de la televisión comunitaria es ocuparse de los aspectos de salud, educación, medio ambiente, organización social, producción, legislación y derechos, entre otros temas que son parte de la vida cotidiana comunitaria. Esto no quiere decir que toda la programación sea una sucesión de documentales que llegan a saturar a la audiencia. Es también una responsabilidad de la televisión comunitaria rescatar la música local, las fiestas y tradiciones, la producción cultural y artística, la memoria de los ancianos, los juegos de los niños, y otras manifestaciones lúdicas. En una etapa de mayor desarrollo la televisión comunitaria puede producir piezas dramáticas, series de ficción o cualquier otro género televisivo.
3. Tecnología apropiada
Muchos proyectos fracasan porque se sub-dimensionan o se sobre-dimensionan los aspectos tecnológicos. Una sub-dimensión consistiría en pretender que una nueva televisión comunitaria funcione con equipos mínimos, insuficientes y frágiles. La sobre-dimensión, en cambio, consiste en la adquisición de equipos muy sofisticados, que no pueden ser reparados localmente, que dependen de piezas de recambio que solamente se pueden conseguir fuera del país, y que requieren de un personal altamente especializado, en el que hay que invertir mucho tiempo de capacitación. Las sobre-dimensión tiene que ver también con la incapacidad de la propia comunidad de hacer frente a los insumos necesarios, e incluso al remplazo del equipo cuando haya concluido su ciclo de vida útil. Lo apropiado en una televisión comunitaria es una tecnología cuya relación costo-beneficio sea razonable, cuyo manejo esté al alcance de técnicos, y cuya gestión pueda ser asumida por miembros de la comunidad. Debe adquirirse suficiente equipo como para cumplir con los planes de producción, y como para evitar que el equipo permanezca ocioso y sin uso durante largos periodos.
4. Pertinencia cultural & lengua
El gran reto de la televisión comunitaria es desarrollar una propuesta estético-televisiva y cultural que se convierta en una de los sustentos principales de su legitimidad en el seno de la comunidad, que satisfaga los deseos y expectativas de una audiencia crítica y comprometida con su medio de comunicación. A diferencia de la televisión comercial e incluso la televisión del Estado, la televisión comunitaria planta sus raíces en la cultura local. Esto no significa la negación de otras culturas, pero sí la afirmación de una identidad propia, identidad que con frecuencia es negada por los medios masivos de alcance nacional. El principal rasgo distintivo de esa pertenencia a la cultura local es el uso de la lengua o de las lenguas más importantes en el radio de influencia de la televisión comunitaria. Este tema ha sido ampliamente debatido con relación a la radio comunitaria. La pertinencia cultural se refleja incluso en los horarios de programación, para que sean compatibles con las labores de la población, particularmente en áreas rurales. La vestimenta y las expresiones de lenguaje que utilizan los presentadores, así como los decorados del estudio, los logotipos y los formatos de los programas, deben ser coherentes con la cultura local. Esto no significa recrear una imagen folklórica que simbolice la cultura local, sino reflejar la cultura con sus contradicciones y sus valores.
5. Convergencia
En un mundo donde la tecnología ha reducido las distancias, y donde los medios de información alcanzan los rincones más apartados del planeta, la televisión comunitaria no debe verse en soledad, aislada de otras influencias y otros medios. Su misma sobrevivencia y permanencia en el tiempo depende de su capacidad de negociar con otras experiencias similares, y converger hacia nuevas tecnologías que pueden mejorar su alcance y su posibilidad de diálogo. La conformación de redes con organizaciones que tienen objetivos parecidos contribuye a romper el aislamiento, así como las alianzas con organismos no gubernamentales, con cooperativas, con proyectos de desarrollo, con escuelas y bibliotecas públicas, con grupos de jóvenes y de mujeres, y con todos los demás actores locales. La convergencia con nuevas tecnologías que usan el potencial de difusión de Internet, es otro aspecto que debe tomarse en cuenta. Internet se ha convertido en una fuente de información, pero sobre todo en un instrumento que facilita la constitución de redes virtuales. Muchas radios comunitarias utilizan la red (web) para intercambiar información, pero además para difundir su programación ya sea en directo o en diferido. El incremento continuo de la velocidad de los procesadores de las computadoras y de los canales de comunicación, ha hecho posible la difusión de imágenes digitales en movimiento.
ÉL DOBLE FILO DE LA LEY
Ciertos países industrializados, y algunos en el tercer mundo, apoyan las iniciativas de televisión comunitaria mediante una legislación adecuada, y proporcionando financiamiento parcial.
El tema de la legislación es importante porque permite separar a las emisoras comunitarias de las que no lo son. Es, sin embargo, un arma de doble filo, ya que si su lenguaje es vago y muy general, la legislación puede también abrir las puertas a que cualquier iniciativa privada y local sea calificada de “comunitaria”, como ha sucedido en el ámbito de la radio. Hay países en los que bajo el rótulo de “televisión comunitaria” se esconden empresas locales, simples repetidoras de programación ajena, que nada tiene que ver con las necesidades de desarrollo de la comunidad. Además de estas aventuras comerciales, se han introducido bajo el mismo rótulo las empresas religiosas, de confesión evangélica, que tampoco tienen que ver con la verdadera televisión comunitaria. De ahí que el tema de la legislación sea tan importante, y debe estar en la agenda de la sociedad civil tan presente como la misma voluntad de desarrollar una comunicación que sirva los intereses de las comunidades. Mientras más detallada y más específica sea la legislación, mejor. Para eso tenemos los criterios desarrollados más arriba, para permitirnos identificar a la televisión comunitaria frente a proyectos que solamente representan intereses comerciales o confesionales. Se podría pensar, por ejemplo, en licencias temporales de financiamiento, que pueden ser retiradas si no se cumplen con los requisitos necesarios de participación comunitaria, pertinencia cultural, producción local y otros ya mencionados.
Desafortunadamente, los legisladores que aprueban las leyes y los gobiernos que preparan las disposiciones mediante las cuales se atribuyen las concesiones radioeléctricas, generalmente adoptan el punto de vista de la empresa privada, que mira a los medios comunitarios como una amenaza. Por ello, se establecen disposiciones que ponen límites tan estrechos a las iniciativas comunitarias, que prácticamente las condenan a nacer muertas. Los requisitos burocráticos son con frecuencia mucho mayores que los que se exigen a las empresas privadas de información.
En Colombia, las disposiciones legales [8] que supuestamente se elaboraron para favorecer las iniciativas de comunicación comunitaria, en realidad ponen más piedras en el camino. Por ejemplo, limitan el número de beneficiarios de la televisión comunitaria a 6,000 personas, una cantidad que difícilmente justifica la inversión que se debe hacer para comprar los equipos y contratar personal. Otra disposición establece que “las comunidades organizadas podrán transmitir máximo dos mensajes cívicos por cada media hora, empleando generador de caracteres u otro sistema generador de texto, sin que éste ocupe un área superior al 15% de la pantalla. De otra parte, no podrán cobrar suma alguna por su transmisión y aparecerán en pantalla por superimposición sin interrumpir la programación”. Por una parte se restringe la cantidad de mensajes de interés comunitario, y por otra se cancela toda posibilidad de generar ingresos: solamente las iglesias o los proyectos políticos pueden permitirse financiar una emisora comunitaria en esas condiciones. Al parecer, en “el borrador preparatorio del Acuerdo 029 de 1995 de la Comisión Nacional de Televisión (CNTV), se prohibía además de la publicidad, los espacios de opinión y los noticieros [9]”.
A veces uno tiene la impresión de que la legislación “a favor” de los medios de comunicación comunitarios está en manos de acérrimos enemigos. Las disposiciones no suelen decir nada, o muy poco, sobre requisitos que garanticen que la licencia otorgada será utilizada en un proyecto que beneficiará al desarrollo social, educativo y cultural de la comunidad.
PROPIEDAD Y FINANCIAMIENTO
¿A quien le corresponde fundar una televisión comunitaria? ¿Cómo se debe financiar la creación y el funcionamiento de la televisión comunitaria?
Lo ideal, sin duda, es que la comunidad sea propietaria del medio de comunicación y atienda los costos de instalación y de funcionamiento. Ello garantiza independencia y autonomía, y evita que la búsqueda de publicidad desvirtúe la programación, o que intereses ajenos a la comunidad impongan sus criterios ideológicos o comerciales. Una comunidad con recursos, por ejemplo una universidad o un sindicato grande, podrían crear y mantener una televisión comunitaria, no así una comunidad rural.
La experiencia de la radio comunitaria en el mundo entero nos enseña que una emisora de radio, debido al bajo costo de la inversión inicial y el reducido costo de mantenimiento, puede ser creada por instituciones pequeñas, sindicatos, organizaciones no gubernamentales, o grupos de jóvenes o de mujeres. Sin embargo, la instalación de una estación de televisión comunitaria representa una inversión mucho mayor. El costo de la inversión inicial –cámaras, islas de edición, transmisores y antenas- es muy alto, pero más altos son los gastos regulares de mantenimiento, producción y personal necesario. Si bien es cierto que una parte del personal puede y debe ser voluntario en un medio comunitario, también es cierto que se requiere de un mínimo de personal técnico y administrativo permanente, para garantizar estabilidad y continuidad.
El financiamiento ha sido y será siempre un cuello de botella para la sobrevivencia de las experiencias de medios comunitarios: radio, televisión y telecentros. En algunos casos, el Estado proporciona el apoyo necesario, pero también condiciona los contenidos y ejerce una censura abierta o velada, a menos que el apoyo a los medios comunitarios forme parte de una política bien diseñada y establecida. En otros casos, agrupaciones confesionales respaldan los medios comunitarios, pero también aquí existe el riesgo de caer en el proselitismo religioso y la alineación de la comunidad. La experiencia de los medios de la iglesia católica en América Latina es positiva, no así la de los medios comunitarios en manos de las iglesias evangélicas.
En Europa la televisión pública encontró la solución para su financiamiento en el sistema del “canon”, es decir, un gravamen que se aplica automáticamente a todos los que poseen un receptor de radio y televisión -e incluso a los que no poseen, pero pagan por el mismo “derecho”. Este impuesto se ha constituido en países como Inglaterra en una forma de financiamiento directo a la televisión pública. Aunque el mismo gravamen se aplica en países como Francia, no beneficia allí a la televisión pública (inexistente). En Australia y Canadá, el Estado financia directamente la televisión pública; lo mismo sucede en Cuba. Estas formas de financiamiento son muy difíciles en países en vías de desarrollo, donde el Estado no tiene entre sus prioridades a la comunicación. De ahí que las emisoras de radio y televisión comunitaria se ven con frecuencia obligadas a comercializar al menos una parte de su programación, para generar ingresos por concepto de publicidad.
La combinación de financiamiento público, comunitario y comercial puede ser una solución en la medida en que se mantenga un equilibrio. En muchos casos, la publicidad se convierte en el principal factor para la generación de recursos, y entonces pasa a ser la preocupación predominante y distorsiona gradualmente la programación y los objetivos generales de los medios comunitarios. Cuanto más importante es la parte de la publicidad en la generación de ingresos, más escasas son las posibilidades de que los medios comunitarios permanezcan fieles a sus principios.
Un informe de la UNESCO y del Consejo Mundial de Radio y Televisión [10] sugiere que para mantener los objetivos de la televisión pública, se requiere una financiación sustancial, independiente, previsible y equitativa. Sustancial para hacer contrapeso a los servicios comerciales; independiente de las presiones políticas o mercantilistas; previsible para garantizar estabilidad y continuidad; y equitativa para evitar las controversias.
DERECHO (Y DEBER) A LA DIFERENCIA
¿Por qué la televisión y la radio comunitaria es tan importante y diferente? ¿Qué justifica en última instancia su existencia? ¿Qué la diferencia de los medios comerciales o estatales?
Los medios comunitarios, a diferencia de los comerciales, fomentan la participación de los ciudadanos en la vida pública, tomando en cuenta la fragmentación de la audiencia en grupos de intereses particulares. Los medios comunitarios enriquecen la vida democrática porque son un foro donde la población puede expresarse con libertad. Frente a la desaparición del espacio público, copado por los grandes intereses económicos, los medios comunitarios abren espacios de presencia ciudadana a nivel local o regional. Son medios específicos y en esa medida únicos, porque ofrecen a cada audiencia una programación hecha a medida; de ese modo reflejan la diversidad de intereses de la audiencia.
Cada vez más, las audiencias de los medios comunitarios tienen otras opciones de información, ya que la expansión de los medios comerciales no deja rincones vírgenes en el planeta. La televisión comunitaria ya no tiene una audiencia cautiva, que no tiene más alternativa que el medio local. Cada vez más, las opciones de información se multiplican, en la medida en que los sistemas de difusión se globalizan. Por ello, los medios comunitarios tienen que ofrecer algo diferente, algo que su audiencia no puede encontrar en los medios comerciales o estatales.
Los medios comunitarios se dirigen a la inteligencia del público, para estimularla, no para adormecerla. Al no estar sometidos a los imperativos de la rentabilidad, los medios comunitarios deben ser capaces de innovar con audacia y desarrollar géneros televisivos que no son una réplica de los modelos comerciales. No basta que la televisión comunitaria sea democrática, sino que además debe ser popular, es decir, ampliamente apreciada por su calidad técnica y artística. Algunos tienden a poner la televisión comunitaria al servicio de programas didácticos, una especie de educación a distancia o de cursos nocturnos. Por ello, para muchos la radio y la televisión comunitaria son sinónimo de programas aburridos, largos y pesados. Esta percepción solamente puede cambiar si los medios comunitarios hacen un esfuerzo para ser originales y específicos. Esta especificidad se traduce en atender los diferentes temas que afectan a la comunidad, y ofrecer respuestas prácticas a las preocupaciones cotidianas de la audiencia. La programación de servicio comunitario es por ello un rasgo que distingue a los medios comunitarios de los medios comerciales. Los programas comunitarios abordan cuestiones de salud, imparten consejos prácticos, se hacen eco del punto de vista de los consumidores, ofrecen información sobre precios de los productos rurales en los mercados urbanos, se convierten en un espacio de negociación entre la comunidad y las autoridades de gobierno, y reafirman la cultura e identidad local.
A diferencia de los medios mercantilistas, los comunitarios no pretenden ampliar su audiencia indiscriminadamente. Por el contrario, su mandato específico es atender una audiencia que puede ser definida por su unidad comunitaria, cualquiera que sea el parámetro para definir esa unidad de intereses comunes. Pero esto no quiere decir que los medios comunitarios carecen de influencia; la suma de emisoras de radio y televisión comunitaria en una región o en un país, puede alcanzar un universo humano tan o más amplio –pero sobre todo más representativo- que el de los medios comerciales. Con la ventaja de que los medios comunitarios contribuyen a fortalecer audiencias críticas y participativas.
La diferencia no es solamente un derecho, sino también un deber de la televisión comunitaria. Sólo en la medida en que los medios de comunicación comunitarios se distingan de los medios comerciales o estatales, podrán implantarse definitivamente entre su audiencia.
NOTA SOBRE EL AUTOR
Alfonso Gumucio Dagron, boliviano, es especialista en comunicación para el desarrollo con experiencia en África, Asia, América Latina y El Caribe. Trabajó durante siete años en UNICEF en Nigeria y en Haití, y como consultor internacional de la FAO, el PNUD, la UNESCO, la agencia de cooperación australiana (AusAid) y otros organismos internacionales. Fue director “Tierramerica”, proyecto regional del PNUD/PNUMA sobre comunicación y desarrollo sostenible, y asesor de comunicación de Conservation Internacional. Su trabajo como especialista en comunicación lo ha llevado a familiarizarse con temas diversos: derechos del niño, poblaciones indígenas, cultura y desarrollo, derechos humanos, organización comunitaria, salud y desarrollo sostenible.
Su experiencia de terreno abarca varios continentes, con énfasis en países como Nigeria, Haití, México, Nicaragua, Guatemala, Burkina Faso, Papua Nueva Guinea, Etiopía, Bangladesh, entre otros. En Bolivia fue director fundador del Centro de Integración de Medios de Comunicación Alternativa (CIMCA), entre 1986-1990.
Es autor de varios libros sobre comunicación, entre ellos: Haciendo Olas: Comunicación Participativa para el Cambio Social, Conservación, Desarrollo y Comunicación, Las Radios Mineras en Bolivia (co-editor con Lupe Cajías), Popular Theatre, además de varios estudios sobre la historia del cine boliviano. Entre sus libros figuran también títulos de poesía, narrativa, biografía y testimonio. Sus artículos y ensayos breves han sido publicados en castellano, inglés y francés en más de un centenar de revistas especializadas y periódicos, en América Latina, América del Norte, Europa y Asia.
Como cineasta ha dirigido una docena de films documentales, y como fotógrafo a participado en exposiciones colectivas y realizado exposiciones individuales en Bolivia, Nigeria y Haití.
Desde 1997 es parte de la iniciativa de “Comunicación para el Cambio Social” que promueve la Fundación Rockefeller, organismo con el que ha trabajado como consultor.
[1] ARRIETA ABDALA, Mario. “La televisión: ese catálogo neoliberal”. Missagium, revista de comunicación. Año 3, Nº 3, La Paz (Bolivia), enero 1994.
[2] FUENZALIDA, Valerio. “Hacia la reforma de la TV pública en América Latina”. Suplemento Especial Nº 8, INFODAC, Directores Argentinos Cinematográficos, enero 2001.
[3] McANANY, Emile G. “Radio’s Role in Development: Five Strategies of Use”. Information Bulletin Number Four, Academy for Educational Development (AED). Washington, September, 1973.
[4] CONTRACTOR, Noshir S., Arvind SINGHAL y Everett M. ROGERS. “Metatheoretical Perspectives on satellite Television and Development in India”. Journal of Broadcasting & Electronic Media, Volume 32, Number 2. Spring 1988.
[5] GUMUCIO-DAGRON, Alfonso: “Haciendo Olas: Comunicación Participativa para el Cambio Social”. Fundación Rockefeller, Nueva York, 2001 .
[6] AUFDERHEIDE, Patricia. Latin American Grassroots Video: Beyond Television. Public Culture, May 1993, The University of Chicago.
[7] FUENZALIDA, Valerio. Op.Cit.
[8] Ley 182 de 1995.
[9] LÓPEZ DE LA ROCHE, Fabio. Medios Comunitarios, medios alternativos, tejido social y ciudadanía en Bogotá. Ponencia en el Congreso de ALAIC, 1999.
[10] UNESCO-CMRTV “La Radio y Televisión Pública: ¿Por qué? ¿Cómo?” UNESCO, Paris. (Sin fecha).

 

 
Señal 3 La Victoria, Televisión popular, por Arnaldo Pérez Guerra  

Todos hemos visto a los chiquillos de Señal 3 filmando. 'Van a todas' con sus cámaras, demostrando que la TV Popular es posible. La televisión de pobladores es una realidad, un hermoso esfuerzo 'a pulso' pero lleno de calidad.
Jóvenes y pobladores dan vida a Señal 3 de la Población La Victoria, desde hace 4 años. Al principio eran 8 personas, hoy trabajan 32 y más. La idea estaba allí hace más de 10 años, y se hicieron varios esfuerzos para concretarla.
"En dictadura empezamos con actividades culturales y 'pantallazos', lo que retomó, después, el Centro Cultural Pu Wenche Monguelen con actividades en las esquinas, locales y centros comunitarios". Se hizo también "televisión envasada" (Canal 3), una experiencia anterior: "chiquillos de la pobla y de otros sectores grababan actividades para mostrarlas en 'pantallazos'. Luego, se desarrolló un transmisor y ese canal estuvo al aire un par de años, pero el grupo se disolvió... Con los años, apareció de nuevo el transmisor y comenzamos a trabajar haciendo partícipe a más gente... Y el transmisor se quedó en La Victoria", dice Cristian, uno de los pobladores que participan del proyecto.
Programación popular
4 años de TV Popular no son pocos. Es una experiencia social enriquecedora y magnífica. Transmitían los viernes, sábados y domingos. Hoy van al aire de miércoles a domingos. Incluso hacen radio, esperando la señal por TV. Distintos programas y temas pasan por pantalla: "Juventud y gloria" (tendencias musicales con entrevistas en vivo y tocatas). "Animación japonesa y comics", "Programación infantil", "Noticias en vivo" (donde realizan un trabajo previo de registro de imágenes durante la semana). "A puro cuento"' (espacio literario que rescata a escritores anónimos). "Abriendo el tarro" (espacio realizado en la feria y calles de la población, donde los pobladores expresan sus opiniones o lo que quieran decir). "Espíritu rebelde" (música y temas de conversación). Y tiene en carpeta "La Moneda en cuatro patas", que saldrá el próximo año. Un programa de denuncia: el inicio se hará afuera de La Moneda "con una mesa pero en cuatro patas".
Señal 3 está ahí, solo hay que preguntar en La Victoria o estar atento a alguna protesta o huelga, y contactarlos.
En los "estudios" de Señal 3 se respira un espíritu juvenil, provocador, rebelde, de "locos lindos" concretando sueños. La edición de los programas es "artesanal, de video a video", además, ocupan Power Point para "decorar, un poco, las presentaciones de cada bloque". Y van al aire con documentales, películas, dibujos animados, noticias, etcétera.
El 5 de octubre Señal 3, el Centro Cultural Pu Wenche Monguelen y la Cooperativa de Artesanos 'Almacén Campesino' organizaron una toma cultural en el cerro San Cristóbal, sector Tupahue, donde lanzaron un libro de cuentos, recopilación de los 20 mejores del concurso que hizo Señal 3. Denominaron a la actividad "La cultura en la cumbre. La otra fiesta de la cultura popular", y estuvieron ahí todo el día, desde las 11 de la mañana hasta las 7 de la tarde con stands, artesanías, música, poesía, títeres, videos, exposiciones, malabarismo, zancos, venta de libros, etcétera. Participaron vecinos y organizaciones de La Victoria e invitados de otras poblaciones y colectivos. "Estuvo bien simpático y esperamos desarrollar este tipo de actividades más seguido, por lo menos una cada tres meses", dice Cristian.
Señal 3 no recibe dinero de nadie. Se financian con la "venta de antenas" los días de ferias libres, la producción de comerciales y con socios cooperadores que aportan entre 200 y 500 pesos mensuales; también filman bautizos, casamientos, cumpleaños, y lo que sea. Los equipos que tienen son "de uso doméstico", comprados en casas comerciales, pagando cuotas, encalillándose con algún amigo que les presta plata o tarjetas.
"Con la gente, somos cómplices"
La recepción de los pobladores con su Señal 3 es buena. Nunca han tenido problemas con la gente, que los apoyan en todo lo hacen: actividades callejeras, 'pantallazos', etcétera. La explicación pasa por lo que dice Cristian:
"En la TV la gente común no sale. En cambio, aquí sí: sus opiniones, su vida, problemas, sueños. Todos quieren participar. Sienten una complicidad con nosotros porque Señal 3 es clandestina, no transmitimos en forma legal. Además, estamos abiertos a otras organizaciones, no tenemos prejuicios: en actividades, en el trabajo, en la calle nos coordinamos con otras organizaciones, participamos en talleres con lo que sabemos hacer: 'apoyo visual' o 'registro de imágenes'... Nuestras noticias no son iguales a las que dan los canales. Trabajamos en forma espontánea, directa, sin buscar 'palabras bonitas', ni nada... Como uno entiende lo que pasa, con un vocabulario claro y simple. Lo que más importa es que lo que decimos no es mentira, es lo que está pasando en Chile; además, nos apoyamos con imágenes que no se ven en la televisión tradicional. Nuestra idea es que la gente se sienta identificada a favor o en contra de lo que está viendo, que sea un detonante para la discusión familiar. No queremos entregar los mismos contenidos que los canales que todos conocemos. Señal 3 tiene otro punto de vista, más directo, más entendible. Muchas noticias no salen en la TV: marchas, protestas, manifestaciones, huelgas, prisioneros políticos, mapuches, etcétera, y para nosotros son importantes. Nuestra visión es más social que política. Acá no hay política partidista, sí política con las organizaciones, nuestra visión es social. Todo nuestro trabajo y nuestro esfuerzo ha sido para fortalecer las organizaciones sociales. Así lo vemos".

 

Catia TVe, No vea televisión, hágala, por Franklin Falconi

 

La explosión de medios alternativos y comunitarios en Venezuela muestra un nuevo momento en la lucha de los pueblos contra sus enemigos, el imperialismo y las oligarquías, en el plano de las ideas. Uno de los ámbitos en el que se ha experimentado un gran desarrollo es la televisión. Presentamos un reporte sobre este aspecto, que es el primero de una serie de reportajes que saldrán sobre el tema.

Si alguien le dijera a usted: “no vea televisión, hágala”, ¿cómo lo tomaría? Seguramente como una broma, pero para los venezolanos, hace tiempo que esa frase se convirtió en una provocación, en una consigna que había que seguir, porque como ilustra el periodista, escritor y poeta, Earle Herrera: “si usted quiere saber la verdad de lo que ocurre en Venezuela, no pretenda avriguarlo en sus grandes medios de comunicación”.
Hoy, la patria de Bolívar vive una explosión de medios alternativos y comunitarios, que han resuelto entregarle la palabra al pueblo, pero no solo la palabra, sino también la imagen. Actualmente en Venezuela existen más de 50 televisoras comunitarias, cuya señal cubre espacios locales y en las que la participación comunitaria para la elaboración de los mensajes es el principio que guía su acción.
Una de las más importantes televisoras de este tipo es Catia TV, que jugó un importante papel durante la restitución del poder al presidente Hugo Chávez, luego del frustrado golpe de Estado por parte de la oposición, en abril del 2002, pues participó en la reactivación de la señal del canal del Estado, único con cobertura nacional que podía informar lo que realmente sucedía en esos intensos momentos.
Catia TV existe desde hace seis años, aunque son cinco de salir al aire, pues su señal sufrió una interrupción el 10 de julio de 2003, que duró un año y que se produjo por disposición de un alcalde del Municipio Libertador, que era de la oposición a Chávez.
Gladys Castillo, periodista fundadora de Catia TV, que trabaja en la dirección Comunitaria del canal, recuerda todo lo que tuvieron que soportar en esa época. “Un jueves, cuando yo iba a cubrir mi guardia en transmisión, me encontré con que no podía abrir la puerta porque estaba sellada con ‘pegaloca’ (un pegamento resistente) y una sustancia que picaba los ojos; yo no atinaba qué hacer porque, como siempre, lo único que cargaba era lo justo para mi pasaje. Pero como yo era amiga de toda la gente que estaba en los alrededores, que vendía perros calientes y tenía teléfono, se los pedí prestado; llamé a Ricardo, a Blanca, a Gabriela (que actualmente está en Telesur); llegaron y llamamos a la policía, hicieron una investigación, pero al final no nos hicieron caso porque éramos chavistas”.
En la siguiente semana, el alcalde ordenó secuestrar los equipos, y lo hizo sellando con suelda la puerta del local. Hasta ahora existe un expediente abierto para ubicar a los responsables de esta acción, que mereció el repudio del pueblo venezolano y la solidaridad internacional. Al cumplirse exactamente un año, Catia TV volvió al aire, y lo hizo con más fuerza, pues si antes tenía solo cuatro parroquias, regresó teniendo el doble; actualmente cubre 18 parroquias de Caracas.
La clave: entregarle la pantalla a la comunidad
“Aquí nadie tiene que ser profesional para usar los equipos. Y si es profesional, está en la obligación de transmitir sus conocimientos”. Con esa sentencia, Gladys Castillo explica que su canal está integrado por personas de la comunidad, que han sido capacitadas e integradas a Catia TV a través de un sistema de Equipos Comunitarios de Producción Audiovisual Independiente (ECPAI).
La cosa comienza cuando un barrio (que generalmente son de aquellos ubicados en los cerros de Caracas) comprende que sus problemas deben ser conocidos por las autoridades y por la gente, o que sus experiencias deben servir para mejorar en algo la realidad de otros sitios; entonces, la comunidad se organiza en sus instancias naturales, como el comité barrial, y llama a los representantes de Catia TV a una reunión para recibir una explicación de qué propósitos mueven al canal y cómo funciona su trabajo con la comunidad, así como también para explicarle la problemática que vive el barrio. Se hace una asamblea general y se resuelve la constitución de un ECPAI, que debe asistir a un proceso de capacitación en comunicación y labor comunitaria, durante tres sábados y tres domingos seguidos. Lo primero está destinado a enseñar cómo manejar los equipos y algunos conceptos sobre televisión, y lo segundo es la entrega de herramientas a la población para integrarse de mejor manera a los procesos políticos de participación comunitaria, algo en lo que también está interesado el gobierno.
El ECPAI es el que define y elabora su programación. Una vez que sus miembros aprenden a utilizar las cámaras, Catia TV les presta los equipos para que puedan salir a grabar lo que van a difundir de su sector, y luego regresan al mismo canal a editar el material. “Mientras ellos no tienen sus equipos propios, nosotros les prestamos, pero si ellos hacen créditos o buscan sus patrocinios propios, que son una opción aceptada, entonces pueden comprar su propia cámara y su propia editora. De hecho, hay varios ECPAI que tienen cámaras, más adelante quizás puedan adquirir equipos para editar”, comenta Gladys.
Esta periodista alternativa conoce de la problemática barrial porque también es parte de la dirigencia de su barrio. “Yo pertenezco al comité de infraestructura en mi sector, ahí hay varias mesas de trabajo y cada una realiza su labor para luego reunirse al mes o cada quince días, para ponernos de acuerdo en los planteamientos que tenemos que hacer, y nos vamos a las diferentes instituciones a las que tenemos que ir. Por eso les damos orientación a los barrios que no han tenido esta experiencia, porque sabemos cómo se hacen las cosas”.
Aunque el grueso del contenido de la programación hecha con este sistema se produce por iniciativa de la comunidad, el canal también realiza sus propios trabajos, con sus propios enfoques. Esto les ha traído confrontaciones en algunas ocasiones, con sectores poderosos que atentan contra los derechos de las personas. Así, Catia TV se involucra en la problemática de los trabajadores de una fábrica, así como con las denuncias en los barrios, que involucran incluso a autoridades. Al momento de decidir qué enfoque se le da a la información, se realiza una reunión del equipo de planta del canal y se sale al aire con esa opinión.
“Cuando hace falta, nos metemos en conflictos, porque, por ejemplo, cuando el coordinador de salud no está haciendo el trabajo como se debe, y tiene cierto enfrentamiento con su equipo, entonces son ellos los que nos piden que grabemos la discusión que tienen, y luego cada parte nos dice su versión. Siempre confrontamos las fuentes, para que ellos mismos sean los que digan su verdad”.
Catia TV es una muestra de lo que los pueblos pueden hacer cuando resuelven confiar en sus capacidades y, sobre todo, cuando han decidido cerrarle los ojos a la falsa imagen que transmiten los canales de la oligarquía.
La seducción de lo real puesto en escena
El imperialismo no solo nos ha robado nuestro trabajo y nuestra vida, también nos ha robado la palabra; y, con el desarrollo y la masificación de la tecnología audiovisual, nos ha robado también nuestra imagen. Hemos sido entrenados, como dice Eduardo Galeano, para vernos con ojos extranjeros. Por ello, quien ofrece liberar nuestra imagen, para recuperar la capacidad de vernos, de reconocernos, se convierte en un nuevo referente de lucha, junto al cual no pocos estarían dispuestos a caminar.
Telesur, una empresa multiestatal, en la que participan los gobiernos de Venezuela, Cuba, Argentina y Brasil, busca ser la encarnación de esa promesa de libertad de la imagen. Por ello, a pocos días de que su señal viera la luz, desde el norte se lanzó un primer misil: la Cámara de Representantes de EE UU aprobó una insólita resolución según la cual se crean mecanismos para difundir en Venezuela “noticias precisas, objetivas y completas”, a través del apoyo a “medios de comunicación independientes”, por un monto de 18 millones de dólares. A esto se suman las críticas, que han llegado a sugerir incluso que Telesur respalda o es parte de grupos terroristas como ETA.
Lo cierto es que los mensajes de Telesur han causado sorpresa, sobre todo por frases como: “Vernos es reconocernos, reconocernos es respetarnos, respetarnos es aprender a querernos, querernos es el primer paso para empezar a integrarnos. Si la integración es el propósito, Telesur es el medio”. Mensajes que en sus spots promocionales muestran creativas construcciones semióticas, como aquella del famoso baile de las sillas, en el que varios niños giran alrededor de unas sillas que poco a poco van retirándose. La diferencia del juego con el spot es que mientras menos sillas quedan en el set, más comparten espacio los niños; al final, todos se sientan en una sola silla y el mensaje es: “Aquí cabemos todos”. Uno de esos spots puso nerviosos a los críticos; pues aparece una chica en la ducha tarareando una canción con la sílaba ETA... ¿Cuestión de publicidad? Quién sabe, pero si lo es, ha quedado claro que dio resultado: todo el mundo habló de ello.
Telesur está en una fase de despegue, y requiere todo el impulso posible. El presidente Chávez lo sabe, por ello no desaprovecha ningún espacio público para abrir caminos en los países de la región, con la oferta de una señal gratuita y de contenidos variados.
En Ecuador ya se ha comenzado a hablar de esta tarea, en la que se reconoce la necesaria labor de los medios de comunicación alternativa para tender puentes, para poner luces. En eso OPCIÓN está comprometido; así lo ha estado desde que apareció en la conciencia de los pueblos de este país hace más de cuatro años.
No creemos que haga falta inventar discursos que nos muestren, que nos permitan vernos como ecuatorianos, que expliquen quiénes y cómo somos, porque ese discurso vive en las luchas que han protagonizado y protagonizan los pueblos, día a día, en todos los planos, por “asaltar el cielo”.
Un abreboca:
Noticiero: Cobertura periodística completa, veraz y responsable. Una agenda informativa propia, contextualizada y balanceada. Emisiones durante las 24 horas. Profesionales de todo el continente registran paso a paso los acontecimientos.
La revista: Revista informativa matinal. La noticia en contexto. Análisis y comentarios acerca del acontecer diario de la región.
Franja periodística: Un agudo complemento para la noticia. Crónicas, entrevistas, reportajes, expedientes, investigaciones.
Avances: Micros noticiosos cada hora permitirán seguir en detalle el desarrollo de los acontecimientos.
Memorias del fuego: Revisión de los procesos histórico-sociales que han contribuido a la conformación de la identidad del latinoamericano.
Subte: La experiencia de (sobre) vivir en la metrópoli latinoamericana. Crónicas de lo cotidiano. Cultura urbana.
Trabajo y tierra: Tradición y modernidad aplicadas al trabajo agropecuario. Las labores de la tierra y sus protagonistas.
Maestra vida: Rostros y caracteres de los habitantes de este continente. Perfiles de personajes y personalidades latinoamericanos.
Sones y pasiones: Música popular latinoamericana: del tango al bolero, del son al vallenato, de la bossa nova al danzón, del joropo al merengue...
Memorias en desarrollo: Cine clásico latinoamericano: de Cantinflas a Tomás Gutiérrez Alea, de Román Chalbaud a Daisy Granados, de María Félix a Glauber Rocha, de Emilio Fernández a Juana Sujo, de Gabriel Figueroa a Jorge Sanjinés, de Pedro Armendáriz a Miguel Littín, de Arturo Ripstein a Libertad Lamarque, de Patricio Guzmán a Fernando Solanas... Las grandes obras de nuestro cine presentadas en contexto.
Marca Pasos: Itinerarios de viaje a través de Latinoamérica. Pueblos y ciudades de la región como destinos turísticos. Rutas ecológicas y culturales. Guía práctica para disfrutar Latinoamérica.
Documentada: Largometrajes documentales.
Nojolivud: Películas contemporáneas producidas en países no latinoamericanos y ajenas al sistema hollywoodense.
Telesurgentes: Pensamiento y acción social. Lucha de los pueblos por sus reivindicaciones. Alternativas de organización, expresión de los movimientos sociales latinoamericanos.
Voces en la cabeza: Nuevas tendencias musicales latinoamericanas: hip hop, rap, rock, pop, punk, ska, raggamuffin, electrónica...
Cinexcepción: Películas de estreno. La actualidad cinematográfica en nuestra pantalla.

   
 
Fuera de la ley, por Grupo Alavío  

Hay mucho mas que decir de la fuerza material del público que a favor de la opinión pública. La  primera puede ser refinada. La segunda es siempre imbécil. Se dice con frecuencia que la fuerza es un argumento. Pero esto depende de lo que se pretenda demostrar. La mayor parte de los problemas más importante de estos últimos siglos (...) han sido resueltos exclusivamente por medio de fuerza material. La misma violencia de una revolución puede dar grandeza a la multitud. Fue un día fatal aquel en que el público descubrió que la pluma es superior en poder a un adoquín y puede ser más peligrosa en la ofensiva que el ladrillo. Inmediatamente el público buscó al periodista, lo encontró, lo fomentó, e hizo de él su criado activo y bien retribuido. Lo cual es lamentable para el uno como para el otro. Detrás de la barricada puede haber mucha audacia y heroísmo. Pero ¿qué hay detrás de un artículo de fondo que no sea prejuicio, estupidez, puritanismo y verborrea? 
Oscar Wilde El alma del hombre bajo el socialismo (1890)

                                                        

La perspectiva

 

Aunque mucho se ha escrito sobre lo alternativo o alterativo como debate, en los colectivos de producción de contrainformación donde participamos, fue la práctica más que la reflexión teórica la que nos obligó a dividir aguas entre las experiencias comunicacionales. La discusión interna tendiente a la búsqueda de horizontes y la necesidad de identificar quién es aliado táctico o estratégico, amigo o simplemente vecino, conocido o compañero, nos condujo a pensar qué características deberían poseer los medios para ser pensados como parte de un movimiento tendiente a aportar desde una práctica revolucionaria.
En lo que hace a la contrainformación, existe también una variada gama de definiciones y sentidos. Una primera aproximación corresponde a una interpretación más o menos literal y generalizada, donde la acción comunicacional parte de la necesidad de dar respuesta a lo anunciado (pregonado) por los medios masivos y hegemónicos . Es decir: si el gran medio de la burguesía publica “A” nos vemos obligados a dar nuestra versión sobre “A”.
             Una segunda aproximación a la contrainformación se encuentra en aquellas experiencias que intentan penetrar en las “grietas” del sistema mediático, filtrando información que pueda beneficiar en algún sentido a los sectores populares.  Ya sea por la novedad del tema, por el carácter “progresista” que muchos medios masivos intenta aparentar, por tener un “periodista amigo” en la redacción, etc., podría pensarse que es posible el aprovechamiento de las contradicciones en el campo enemigo y hacer una práctica política de esto.    
            ¿Pero cuáles son los alcances de estas definiciones? Sin duda, los límites más graves se encuentran, en el primer caso, en la elección de la agenda: como un reflejo invertido, la experiencia comunicacional se reduce a los temas propuestos e impuestos por los grandes medios. Y como la formación de la opinión pública es un objetivo estratégico de los grupos de poder, enfocan muy precisamente sus recursos hacia aquellos temas que favorecen tal o cual necesidad coyuntural para la valorización del capital (apoyar o denostar un régimen o gobierno, desviar la atención de algún problema particular, promover algún proyecto político o económico, etcétera). En este sentido, los medios masivos muchas veces incluyen temas sensibles socialmente en pos de algún objetivo poco claro, como puede ser alguna interna entre los propios intereses del poder o tratar de resignificar lo habitual como excepcional (de tanto en tanto algún niño muere de hambre en vivo y en directo por los canales de TV y los diarios publican la noticia en tapa). En este caso podríamos preguntarnos ¿que o quién nos obliga a correr esta carrera en campo enemigo?
En la segunda aproximación a la caracterización de contrainformación, aunque aceptemos la hipótesis de la existencia de “grietas” que permiten ser penetradas, no podemos dejar pasar que tanto el control de los contenidos, como los parámetros estándares que son aplicados en las empresas capitalistas prenden la luz roja de alerta ante cualquier síntoma de “cuerpo extraño”. De ahí en mas se ponen en marcha los mecanismos del ocultamiento, censura,  autocensura y descontextualización. Incluso hasta  “desmentidas” e invención de pruebas en contrario de alguna “falla” informativa que se halla pasado, pueden tener cabida en este proceso de producción de subjetividades.
Así, pese a que no es inocua esta posibilidad (resulta atractivo bucear entre el marasmo de velos que encubren las relaciones sociales de explotación), el resultado es dudoso a nuestro entender, porque es sumamente difícil remontar para el sentido común el andamiaje ideológico que constituye el sistema comunicacional de la burquesía.  En la práctica, tanto la selección de noticias como la lectura entre líneas  es todavía dificil de pensar en la mayoría de los receptores de la información de los grandes medios.
Sin embargo, aún existe mas opción sobre como pensar la contrainformación. Mas allá que puedan incluirse las prácticas mencionadas anteriormente como estrategia comunicacional para la lucha anticapitalista, es fundamental ampliar el espectro de posibilidades superando las imposiciones del enemigo de clase y sorteando los campos de batallas y armas del estado y patrones.  Entonces se hace imprescindible constituir agendas y canales propios de expresión según las dinámicas y necesidades de los sectores más activos en la lucha de clases, valorizando excluyentemente las perspectivas y acciones de los trabajadores y demás sectores explotados y oprimidos por el sistema capitalista. Esta modalidad, que tiene su máximo potencial en el marco de la lucha revolucionaria,  puede proponer, a la sociedad de conjunto, visiones que rompan con lo establecido, que den batalla por la constitución de una nueva subjetividad tendiente a la libertad y emancipación de clase trabajadora. La producción simbólica pasa a ser, de este modo, militancia social y política, acto creador de emancipación. Buscando nuevos caminos y escenarios propios nos vemos en la obligación de romper el estrecho corcet de la sociedad de control. Nos encontraremos rapidamente en el limite de la regulación, de la norma, de la ley. Paso seguido las fronteras entre legalidad e ilegalidad se vuelven borrosas, arbitrarias ante las interpretaciones de jueces, policías y demás herramientas del poder para mantener el hambre y la explotación. Por lo tanto la participación orgánica en la lucha de clases, desde esta opción de contrainformación, necesariamente va a transitar por esos senderos. Con un pié dentro y el otro fuera del sistema legal, económico y político de la burguesía.
¿Cómo se determinan las fronteras entre lo legal y lo ilegal? ¿Qué parámetros son los que detonan los aparatos represivos para ejercer la censura, la proscripción y hasta la cárcel para aquellos que vulneren las normas establecidas? ¿Qué aspectos del mensaje son considerados inofensivos, tolerables, peligrosos o hasta pasibles de persecución y sanción penal? Estas son sólo algunas de las preguntas significativas a considerar a la hora de planificar estas acciones de comunicación.

Entre el decomiso y la cooptación

Las prácticas comunicacionales de nuevo tipo, en su amplia gama de variantes, dependieron en las últimas décadas del ingenio de los sectores populares para adaptar y apropiarse de técnicas y tecnologías desarrolladas en el marco de la producción capitalista mercantil. En la década de los ochenta, con el auge de las emisiones de radio en frecuencia modulada (FM), aparecieron en todo el país cantidades de señales impulsadas por las más variadas motivaciones: reivindicación de la libertad de expresión luego de los años de dictadura militar ; difusión de políticas partidarias de sectores de la izquierda institucional; proyectos de servicios y promoción comunitaria; órganos de expresión de subculturas agrupadas a través de la música o consignas culturales particulares, y –también-- expresiones comerciales que se camuflaron con algunos de los condimentos enunciados .
Sin un marco jurídico que las contemplara, todas estas experiencias transitaron la ilegalidad hasta el día de hoy, bajo la figura de “emisiones clandestinas” y la denominación mediática por parte de la burguesía de “radios truchas”.
Esta situación obligó al acuerdo entre partes, a través de sus fundadores, tanto para trabajar en pos del reconocimiento legal como para librar acciones conjuntas de protesta en casos de cierres y decomisos de emisoras, permitiendo agrupamientos de radioemisores en asociaciones profesionales. Como la otra cara de la moneda también hubo guerras comerciales por las frecuencias, la práctica de “pisar” con mayor potencia de transmisión a otras radios, la pelea por fuentes de recursos financieros  y por la obtención de algún reconocimiento precario por parte del Estado nacional, provincial, municipal o del poder judicial . Todo esto en un cuadro político y económico que guió las tendencias represivas por parte del Estado, demostrando tanto arbitrariedad para la represión, como voluntad de transformación funcional de estas experiencias a favor de los intereses de turno del poder.
            Ahora bien, durante los noventa se desarrolla en Argentina uno de los procesos de concentración y centralización del capital más salvajes. Precisamente el sector de las comunicaciones es uno de los baluartes más preciados de todos los rubros. Se privatizan los canales de TV, las emisoras de radiodifusión de AM o FM y las empresas telefónicas; la difusión privada de televisión por cable llega prácticamente a todo el país y comienza una lucha encarnizada por la compra y recompra de medios tendientes a la integración de multimedios y la eliminación de posibles competencias. Pese a ello --o justamente por ello--, en esa misma década se da el boom de los canales de TV de baja potencia . Con la aparición del video hogareño y el consiguiente abaratamiento de la realización audiovisual, una disposición tecnológica relativamente simple y un tipo de cambio que permitía la importación de microcomponentes para transmisores a relativamente bajo costo, estas experiencias se multiplicaron.
Pero la reacción del Estado, en este caso, no fue tan condescendiente. Desde muy temprano se sucedieron las persecuciones con cierres de las emisoras, decomisos de equipos y apertura de causas penales y civiles para sus responsables. Al mismo tiempo, se redobló la política de cooptación de estos medios por parte del sistema político partidario tradicional, sosteniéndolos económicamente desde municipios u otras esferas del poder y transformando sus contenidos y mensajes a favor del poderoso de turno. En estos casos, orgánicos al sistema capitalista, los medios fueron tolerados y financiados más allá de su consideración como “ilegales” en términos de ley de radiodifusión.
Sin embargo, los mecanismos de cooptación de los medios nacientes  también tienen sus matices y debe haber voluntad de contraparte para que esto suceda. A esto contribuyó entre otras cosas las expectativas de quienes tuvieron las primeras iniciativas de profesionalizar el medio, los intentos de “seducir” en términos de mercado posibles anunciantes o fuentes de financiamiento; las exigencias de incorporación de equipamiento; el temor por mantener la señal fuera de posibles competidores y la reivindicación de “vivir del medio” de los dueños de radios y canales “alternativos”. Así, se fue cediendo cada vez mas a las presiones del mercado. Se venden espacios con lo que se fragmenta la unidad de la programación, apostando al que mejor cotiza. Los contenidos y el formato se uniforman. El tono de la voz se vuelve grave y seductor. Se eliminan las tonadas locales. Las voces de la disidencia se apagan ante la posibilidad (incierta) del reconocimiento estatal.
Algunos temas desaparecen de la señal; paradójicamente, aquellos que dieron motivo de nacimiento al medio. No se reconoce en el aire la calificación legal que pende sobre radios y canales de tv como espada de Damocles. En caso de allanamientos o cierres temporales, la explicación que prima ante el público es que hubo “desperfectos técnicos”. La hipocresía pasa a ser explotación mercantil. El alma del medio se tiñe del color del dinero. La autocensura recorre el camino del financiamiento. Y el objetivo central, entonces, se muestra de cuerpo entero: mayor potencia de emisión, mayor capacidad de facturación.
Frente a la completa integración de la mayoría de las experiencias, otras pivotearon entre un perfil social y la infinita búsqueda de la opción por lo legal, a la vez que descartaron como aventureras o utópicas otras iniciativas que no contemplaron las soluciones legales o de mercado como condicionantes de sus contenidos y de su propia existencia.

El todo y las partes

 

¿Cuáles son las características de las experiencias que siguieron funcionando (aunque en forma intermite o temporalmente) pese a los cantos de sirena del mercado y del posibilismo, aquellas leales a sus objetivos de transformación en tanto herramienta militante de contrainformación? Vamos a intentar puntualizar algunas, que podríamos resumir en las formas de propiedad, gestión, financiamiento, contenidos, participación e integración a los movimientos sociales y políticos.
La propiedad. No es posible que un medio de comunicación sea parte de un proceso social tendiente a cuestionar las instituciones del sistema capitalista si está basado en la explotación del trabajo. El sistema capitalista, justamente, se sustenta en la apropiación del trabajo de la clase desposeída de los medios de producción por parte de los patrones y dueños del capital, cuyo basamento fundamental está dado por el derecho a la propiedad privada. Por eso, más allá de la “buena voluntad” que tenga el dueño del medio, éste vive en forma permanente la contradicción de reproducir lo establecido.
En otras palabras: no existe posibilidad alguna de interpretación de una empresa de propiedad privada que no sea la obtención de utilidades (ánimo de lucro) para reproducir el avance de capital inicial. Por lo tanto es necesario y fundamental pensar alternativas a la propiedad privada que incluyan otros objetivos. Como prioridad: la promoción del servicio comunitario y el establecimiento de nuevas formas de relación social dentro del propio sistema capitalista tendientes a prácticas de vínculos solidarios y de producciones no mercantiles. Tal vez la modalidad más apropiada para este desafío esté en la propiedad social o colectiva del medio; es decir, colectivo de trabajadores, organizaciones sociales, incluso público destinatario de los mensajes deberían ser los “dueños provisorios” del medio a la vez que responsables del patrimonio social que lo compone.     
La gestión. La modalidad predominante con respecto a cómo llevar adelante una experiencia comunicacional es la de delegar a un “gerente” o “administrador  profesional” las tareas de gestión. Este modelo lleva implícita la concepción de la división social del trabajo entre los que diseñan y conciben, por un lado, y los que producen y ejecutan, por el otro. La producción capitalista utilizó como forma de control social, disciplinamiento y herramienta a favor del aumento de la tasa de explotación la expropiación de los saberes obreros, poniéndolos a resguardo en oficinas de ingeniería de métodos y tiempos, reduciendo a mínimas expresiones las tareas de los trabajadores con gestos repetitivos y programados tendientes a optimizar el control del cuerpo y las cadencias (ritmos) de trabajo. De ahí la necesidad de una mediación profesional entre el propietario del capital y el trabajador. Estos cuadros intermedios en la jerarquía empresarial llevan adelante el imperativo de mayor tasa de beneficio para el capital invertido y actúan en consecuencia.
Una modalidad que anule esta intermediación y dé participación a los sectores involucrados en el proceso comunicacional seguramente optimizaría recursos al eliminar este factor distorsivo. Además, en términos de nuestro objetivo --como lo fundamental es la constitución de agenda propia--, la mediación “profesional” del técnico en gestión no alcanza; incluso, da límites muy cortos a la experiencia. No tiene sentido el retratar, analizar, evaluar o convocar a la lucha de clases sin la participación activa de los actores sociales involucrados en el proceso de lucha. Por tanto la gestión debe ser participativa y flexible para que tengan espacios los sectores en lucha interesados en la existencia del medio.
El financiamiento. Un límite claro y difícil de superar para cualquier emprendimiento comunicacional es el financiamiento tanto para comenzar a funcionar como para desarrollar los recursos tendientes a saldar los gastos operativos y las inversiones en tecnología que hacen falta. La primera tentación es que el propio medio, a través de la venta parcial de espacios, sea la fuente de ingresos principal; de hecho los medios masivos de la burguesía obtienen sus ingresos fundamentales de la publicidad y de la venta directa espacios para terceros. Esta política de ingresos, sin duda, condiciona los contenidos y la coherencia interna de programación, cuando el rating de productos comunicacionales / mercancía es la medida de la supervivencia.
De hecho, la valorización del mercado restringe a parámetros estrechos las posibilidades temáticas como de exploración formal: los sectores que decidieron el futuro de sus medios ligados a la valorización mercantil, se estructuraron sobre la pobreza de contenidos a partir de la necesidad de consensuar con sus posibles anunciantes o financistas “el qué, cómo y cuándo del medio”.
¿Cómo romper entonces con esta restricción? Siendo el colectivo de trabajo el recurso principal para la operatividad de un medio, lo descontamos como parte constituyente a través del rescate del trabajo voluntario y de la militancia social como factor dinámico y creador de valor social. Otros agentes intervinientes, como las organizaciones sociales o políticas que participan en la elaboración de la agenda del medio o el público objeto de los mensajes, deben ser tenidos en cuenta también en lo relativo a la posibilidad de financiamiento genuino. Pensamos que ésta es la posibilidad más saludable y ligada a los objetivos originarios de la comunicación.
Los contenidos. Motivo de ser de un medio, los contenidos también están atravesados por las contradicciones señaladas en la caracterización de los anteriores elementos. Son los que nos permiten pensar en algún mecanismo que dé coherencia interna a un discurso compuesto por la colección de temas, notas o programas que aborda un medio de comunicación. El terreno de los contenidos es un espacio en la búsqueda de lo popular, que presenta la tensión entre lo espectacular por un lado y las necesidades organizativas y de constitución de discurso de los sectores en lucha por el otro. Que contiene la atracción por lo fragmentario, que limita  la realidad a aspectos parciales, como la búsqueda de unidad ideológica de sentidos. La apertura a la diversidad, junto a la provocación; la crítica social con la autocrítica, la necesidad inmediata con la búsqueda y experimentación de las formas. Estos aspectos son indispensables a la hora de planificar la programación.
LA paRTipación.  ¿Es posible resquebrajar el mandato tecnológico de nacimiento, que hace unilateral al medio?. Para dar respuesta a esta pregunta es importante la búsqueda de una práctica que implique alguna forma de reversibilidad de la carga que transita. Si no existe este intento reproducimos autoridad, inmobilización.  Y en esto no basta intentos formales, recursos para la apariencia. Solo cuando la festividad de lo público identifica al protagonista con el espectador en un juego dialéctico de interacción, es inimaginable una sola voz, un solo camino de esa voz. La celebración iguala en términos comunitarios. Es posible, por tanto, un feedback que a la vez que represente a las audiencias, las haga constituyentes de un discurso abierto y construido colectivamente.

            LA ADAPTACION Y APROPIACION TECNOLÓGICA  La posibilidad de completar un proceso productivo desde la extracción de las materias primas, pasando por la transformación de los materiales hasta que estos son consumidos por quienes tienen necesidad de ello, es el anhelo de todo productor o colectivo de producción que se halla propuesto la autonomía como objetivo estratégico. Algo parecido pasa con las apropiaciones de tecnologías. Si bién todavía en muy grande la dependencia proveniente de la producción mercantil, debería ser un tema prioritario la producción por nosotros mismos, de los equipamientos necesarios. Dentro de esta política es muy importante la adaptación, resignificando los objetivos originales para las cuales fueron diseñados y fabricados, gran parte de los equipamientos y transformándolos en boomerangs contra la ideología dominante.  Esta opción requiere de programas de formación en los aspectos técnicos y tecnológicos de la mayor cantidad posible de compañeros.
La integración a los movimientos sociales y políticos ¿cómo hacer para que las propuestas comunicacionales sean aceptadas por el público que se espera las recepte? ¿Qué lenguaje usar, cómo integrarnos con grupos afines, cómo perforar aún más las contradicciones que somos capaces de identificar en el sistema político y comunicacional de la burguesía?
            Así como es posible apropiarse y darle otro sentido a las tecnologías, la respuesta a estas preguntas están íntimamente ligadas a la posibilidad de apropiación de los medios contrainformativos por parte de los sectores en lucha. Para que esta apropiación se haga carne, es necesario primero que el colectivo comunicacional se integre a los movimientos sociales y a los procesos de lucha. El ideal es formar parte de las organizaciones y contar en acuerdo político las historias que se quieren narrar. El otro objetivo es que los sectores en lucha se transformen a la ves que protagonistas en productores de sus propias realidades / mensajes a ser emitidos por el medio.

¿Fuera de la ley?

            Las prácticas que se encuentran dentro de la perspectiva aquí planteada apuntan entonces a dar la batalla contra el imaginario establecido. Trabajan por constituir identidad y un pensamiento que refleje los intereses y las necesidades específicas de los trabajadores y de los sectores explotados. Por eso no se escudan en una supuesta objetividad, sino que, al contrario, comparten el carácter de compañeros con los que están luchando: el medio es una herramienta más, como lo es el palo o la capucha. Evidentemente, el margen de legalización de una experiencia que cumpla con estos postulados y sirva como herramienta a ser usada contra el sistema capitalista es bastante poco probable. Aún así, la opción de resignar o directamente suprimir alguno de los postulados señalados en los apartados anteriores es suficiente para cuestionar la propia existencia del medio como arma en contra del sistema.
            En efecto, muchas veces escuchamos frases hechas y lugares comunes que indican que “hay que moderar el discurso para lograr la legalización”; que “hay que mantener la crítica pero con un perfil bajo que nos dé chances para obtener un permiso precario que nos permita funcionar”; que “hay que cuidar la herramienta para una etapa superior de la lucha de masas” y que, en todo caso, hay que esperar mejores tiempos para, ahí sí, “desarrollar nuestra verdadera política”. El sueño de la legalización como utopía redentora esconde los costos que, para alcanzarla, deben asumir estas las experiencias: alejarse de los objetivos que dieron nacimiento al medio.
El primer obstáculo de la legalización, para ser más precisos, es el paso que implica dejar de ser una organización  informal para convertirse en una organización que atienda los requisitos de las normas legales. Para funcionar, el medio tendrá que adoptar una figura jurídica comercial preexistente (sociedad anónima por ejemplo) o en el mejor de los casos una cooperativa, mutual, etc. Adherir al régimen impositivo vigente, con el pago de los impuestos correspondientes y las cargas previsionales, o asumir la responsabilidad de la deuda devengada periódicamente, que aumenta los costos de funcionamiento y en definitiva lleva la búsqueda de atajos que el propio sistema otorga: por ejemplo, los regímenes de contratos laborales flexibilizados.
Al mismo tiempo, los equipamientos adquiridos deberán ser aquellos normatizados por los organismos del Estado, que –obviamente-- responden a los estándares tecnológicos de los grupos transnacionalizados que monopolizan el mercado de la electrónica e imponen tecnologías. De este modo, queda eliminada la posibilidad de producir tecnologías apropiadas sorteando las marcas y patentes impuestas. Y, junto a ello, la necesidad de competir en el mercado para sostener el nuevo andamiaje y sus requerimientos, que lleva a la búsqueda de ingresos mediante publicidades de empresas públicas y privadas, con el consecuente impacto en los contenidos. Y podríamos seguir un largo rato.
Así, aunque contraria a la opinión mayoritaria de teóricos y responsables de medios de comunicación que hoy existen en el aire bajo estado judicial precario o directamente ilegal  y que proclaman como acción política la presión por el reconocimiento estatal de medios de baja potencia o comunitarios, entendemos que los costos y restricciones inherentes a esta alternativa son peores que la situación actual.  Si existe la voluntad que los medios de comunicación sean herramientas para la lucha emancipatoria de la clase trabajadora, pensamos que tal vez sea mejor asumir la condición que caracteriza la ley del estado burgués a aquellas experiencias que no se ciñan a sus normas, tomar las medidas de seguridad que correspondan y no resignar ningún aspecto que desvíe su sentido original o disminuya su potencia libertaria. En casos en el margen, muchas veces fuera de la ley.

 

Grupo Alavío


Decimos interpretación generalizada porque el ejercicio del derecho a la versión desde “el otro lado” de los hechos o de la información, por un lado, y la crítica al encubrimiento y la manipulación generada por los grandes medios, por el otro, es a la vez sentido y práctica corriente.

La dictadura militar 1976-83, en efecto, silenció todas las voces que no fueran cómplices con su objetivo de aniquilamiento de la disidencia al modelo de acumulación capitalista neoliberal.

Estas experiencias de radio, pequeñas y comerciales, se orientaron desde el principio hacia el objetivo de valorización de capital, ocupando un medio escaso como lo es el universo de frecuencias de ondas que permiten transmitir señales radiofónicas o televisivas para ser fuente de ingresos monetarios en un futuro mediato.

Algunas radios obtuvieron permisos precarios de emisión por tiempo limitado otorgados por el COMFER, otras ganaron ante la justicia recursos de amparo y otras, directamente, se convirtieron en órganos de difusión de municipios, punteros y políticos locales.

Si bien no existe información precisa, se estima que llegaron a emitir más de cien canales en todo el país.

 
     
 
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