El martes 7 de enero de 1919, hacia las 2 de la tarde, se verrificaba en la barriada de Nueva Pompeya una inusual actividad: efectivos del cuerpo de Bomberos y personal
de la comisaría 34ª ocupaban desde temprano posiciones estratégicas en la escuela “La Banderita” y en la fábrica textil de Alfredo Bozalla.
Barricada obrera en Amancio Alcorta y Pepirí. A las tres de la tarde, un piquete huelguista de la casa Vasena, ayudado por una aguerrida vecina conocida como “La Marinera”, se disponía a interceptar una vez más –como lo venía haciendo
desde el 2 de diciembre– a una chata conducida por carneros que, con custodia policial, partió desde el depósito de la firma ubicado en San Francisco y Tres Esquinas, con
destino a los talleres de Cochabamba y La Rioja.
Un insulto a los carneros, el arrogante gesto policial de amartillar las armas, un palo blandido por una mujer del pueblo, un piedrazo que surcó la avenida Alcorta; la chata se detuvo y sus guardianes se cubrieron detrás del vehículo. Y apenas sonó el primer tiro, se inició un verdadero pandemonium: como obedeciendo a una señal bomberos, policías y esquiroles comenzaron a hacer un nutrido fuego de fusil Máuser, revólver Colt y carabinas Winchester, desde el edifi cio de la escuela, desde los árboles que hay más allá de la misma, desde la fábrica de Bozalla, y desde otras áreas menores de tiro,
ametrallando prolija y sistemáticamente las viviendas obreras y los pequeños comercios que tenían frente a sí.
El terror se apoderó del barrio. En medio de la mayor confusión, todos –huelguistas, vecinos, mujeres, pibes–, corrían hacia cualquier parte, desesperados por escapar de esa gigantesca vorágine de plomo y pólvora, que se abatía sin piedad sobre cualquiera que no atinara a buscar refugio...
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