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PARA PINTAR UNA BATALLA Leonardo de Vinci

y otros fragmentos del "Tratado de la Pintura"

 

I
Lo que primeramente debe aprender un joven

El joven debe ante todas cosas aprender la Perspectiva para la justa medida de las cosas: después estudiará copiando buenos dibujos, para acostumbrarse a un contorno correcto: luego dibujará el natural, para ver la razón de las cosas que aprendió antes; y últimamente debe ver y examinar las obras de varios Maestros, para adquirir facilidad en practicar lo que ya ha aprendido. 
III
Qué regla se debe dar a los principiantes

Es evidente que la vista es la operación más veloz de todas cuantas hay, pues solo en un punto percibe infinitas formas; pero en la comprensión es menester que primero se haga cargo de una cosa, y luego de otra: por ejemplo: el lector verá de una ojeada toda esta plana escrita, y en un instante juzgará que toda ella está llena de varias letras; pero no podrá en el mismo tiempo conocer qué letras sean, ni lo que dicen; y así es preciso ir palabra por palabra, y línea por línea, enterándose de su contenido. También para subir a lo alto de un edificio, tendrás que hacerlo de escalón en escalón, pues de otro modo será imposible conseguirlo. De la misma manera, pues, es preciso caminar en el arte de la Pintura. Si quieres tener una noticia exacta de las formas de todas las cosas, empezarás por cada una de las partes de que se componen, sin pasar a la segunda, hasta tener con firmeza en la memoria y en la práctica la primera. De otro modo, o se perderá inútilmente el tiempo, o se prolongará el estudio: y ante todas cosas es de advertir, que primero se ha de aprender la diligencia que la prontitud. 
VIII
Advertencia al Pintor

El Pintor debe ser universal, y amante de la soledad, debe considerar lo que mira, y racionar consigo mismo, eligiendo las partes más excelentes de todas las cosas que ve; haciendo como el espejo que se trasmuta en tantos colores como se le ponen delante; y de esta manera, parecerá una segunda naturaleza. 
XV
Del propio dictamen

No hay cosa que engañe tanto como nuestro propio dictamen al juzgar de una obra maestra; y en este caso más aprovechan las críticas de los enemigos, que las alabanzas de los amigos; porque éstos, como lo mismo que nosotros, nos pueden alucinar tanto como nuestro propio dictamen. 
XVI
Modo de avisar el ingenio para inventar

Quiero insertar entre los preceptos que voy dando una nueva invención de especulación, que aunque parezca de poco momento, y casi digna de risa, no por eso deja de ser muy útil para avivar el ingenio a la invención fecunda; y es, que cuando veas alguna pared manchada en muchas partes, o algunas piedras jaspeadas, podrás, mirándolas con cuidado y atención, advertir la invención y semejanza de algunos países, batallas, actitudes prontas de figuras, fisonomías extrañas, ropas particulares y otras infinitas cosas; porque de semejantes confusiones es de donde el ingenio saca nuevas invenciones. 
XVII
Del continuo estudio que se debe hacer
aun al tiempo de despertarse,
o poco antes de dormir

He experimentado que es de grandísima utilidad, hallándose uno en la cama a obscuras, ir reparando y considerando con la imaginación los contornos de las formas que por el día se estudiaron, u otras cosas notables de especulación delicada, de cuya manera se afirman en la memoria las cosas que ya se han comprendido. 
XXIV
Nadie debe imitar a otro

Nunca debe imitar un Pintor la manera de otro, porque entonces se llamará nieto de la naturaleza, no hijo; pues siendo la naturaleza tan abundante y varia, más propio será acudir a ella directamente, que no a los Maestros que por ella aprendieron. 
LXVII
Para pintar una batalla

Ante todas las cosas se representará el aire mezclado con el humo de la artillería, y el polvo que levanta la agitación de los caballos de los combatientes; y esta mezcla se hará de esta manera. El polvo, como es materia térrea y pesada, aunque por ser tan sutil se levanta realmente y se mezcla con el aire, vuelve inmediatamente a su centro, quedando sólo en la atmósfera la parte más leve y ligera. Esto por supuesto se hará. de modo que apenas se distinga casi del color del aire. El humo mezclado entre el aire y el polvo, elevado a una altura mayor, toma la semejanza de espesas nubes, y entonces se dejará distinguir del polvo, tomando aquél un color que participe de azul, y quedando éste como el suyo propio. Por la parte de la luz se hará la referida mixtura de aire, polvo y humo iluminada. Los combatientes cuanto más internados estén en la confusión, tanto menos se distinguirán, y menos diferencia habrá entre sus luces y sombras. Hacia el puesto de la fusilería o arcabuceros se pintarán con color encendido los rostros, las personas, el aíre y aquellas cosas que estén próximas, el cual se irá apagando conforme se vayan separando los objetos de la causa. Las figuras que queden entre el Pintor y la luz, como no estén lejanas, se harán obscuras en campo claro y las piernas cuanto más se aproximen a la tierra, menos se distinguirán; porque por allí es sumamente espeso el polvo. Si se hacen algunos caballos corriendo fuera del cuerpo de la batalla, se tendrá cuidado en hacer las nubecillas de polvo que levantan, separadas una de otra con la misma distancia casi que los trancos del caballo, quedando siempre mucho más desecha la que esté más distante del caballo y la más alta y enrarecida; y la más cercana se manifestará, más recogida y densa.
El terreno se hará con variedad interrumpido de cercos, colinas, barrancos; las balas que vayan por el aire dejarán un poco de humo en su dirección; las figuras del primer término se verán cubiertas de polvo en el cabello y cejas, y otras partes a propósito. Los vencedores que vayan corriendo llevarán esparcidos al aire los cabellos o cualquiera otra cosa ligera, las cejas bajas, y el movimiento de los miembros encontrados; esto es, si llevan delante el pie derecho, el brazo del mismo lado se quedará atrás, y acompañará al pie el brazo izquierdo; y si alguno de ellos está tendido en el suelo, tendrá detrás de sí un ligero rastro de sangre mezclada con el polvo. En varias partes se verán señaladas las pisadas del hombre y de caballos, como que acaban de pasar. Se pintarán algunos caballos espantados, arrastrando del estribo al jinete muerto, dejando el rastro en la tierra. Los vencidos se pintarán con el rostro pálido, las cejas arqueadas, la frente arrugada hacia el medio, las mejillas llenas de arrugas arqueadas, que salgan de la nariz rematando cerca del ojo, quedando en consecuencia de esto altas y abiertas las narices, y el labio superior descubriendo los dientes, con la boca de modo que manifieste lamentarse y dar gritos. Con la una mano defenderán los ojos, vuelta la palma hacia el enemigo, y con la otra sostendrán el herido y cansado cuerpo sobre la tierra. Otros se pintarán gritando con la boca muy abierta en acto de huir. A los pies de los combatientes habrá muchas armas arrojadas y rotas, como escudos, lanzas, espadas y otras semejantes. Se pintarán varias figuras muertas, unas casi cubiertas de polvo y otras enteramente; y la sangre que corra de sus heridas irá siempre con curso torcido, y el polvo mezclado con ella se pintará como barro hecho con sangre. Unos estarán espirando; de modo que parezca que les están rechinando los dientes, vueltos los ojos en blanco, comprimiéndose el cuerpo con las manos y las piernas torcidas. También puede representarse algún soldado tendido y desarmado a los pies de su enemigo, y procurando vengar su muerte con los dientes y las uñas. Igualmente se puede pintar un caballo, que desbocado y suelto corre con crines erizadas por medio de la batalla, haciendo estragos por donde pasa; y algunos soldados caídos en el suelo y heridos, cubriéndose con el escudo, mientras que el contrario procura acabarlo de matar inclinándose todo lo que puede. Puédese hacer también un grupo de figuras debajo de un caballo muerto; y algunos vencedores separándose un poco de la batalla, y limpiándose con las manos los ojos y mejillas cubiertas del fango que hace el polvo pegado con las lágrimas que salen. Se puede figurar un cuerpo de reserva, cuyos soldados manifiesten la esperanza y la duda en el movimiento de los ojos, haciéndose sombra con las manos para distinguir bien el trance de la batalla, y que están aguardando con atención el mando de su Jefe. Puédese pintar este Comandante corriendo y señalando con el bastón el paraje que necesita de refuerzo. Puede haber también un río y dentro de él algunos caballos, haciendo mucha espuma por donde van, y salpicando el aire de agua igualmente que por entre sus piernas: últimamente se ha de procurar que no haya llanura alguna en donde no se vean pisadas y rastros de sangre         
                

 

 
     
     
     
     
     
     
 
   
   
   
   
   
 

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